Fue una propuesta poética: a cambio de devolver el archivo de la obra de Luis Barragán a México, la artista Jill Magid ofreció a Federica Zanco, propietaria y archivista de la Barragan Foundation en Suiza, un anillo con un diamante de dos quilates producido a partir de los restos cremados del cuerpo de Barragán.
Con este acto culminó un proyecto artístico que "plantea preguntas esenciales sobre las consecuencias e implicaciones de que un legado cultural se convierta en propiedad privada corporativa", expuesto actualmente en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM bajo el nombre Una carta siempre llega a su destino.