La oficina chilena de Jaime Larraín y Osvaldo Larraín se destaca -entre otras muchas cosas- por el tratamiento compositivo de sus fachadas como elemento unitario. La obra de los arquitectos cuenta con volúmenes edificados en las ciudades de Viña del Mar y Santiago, que se identifican por la particular composición plástica de los frentes de sus edificios, así como por el aporte a la imagen urbana que estos logran en el lugar donde se emplazan.
Sus proyectos abordan la creación de ritmos, el uso del color y la repetición como principios compositivos, sobresaliendo por la propuesta urbanística, que a partir de las anteriores consideraciones, se evidencia principalmente en sus edificios de vivienda colectiva.