La oficina chilena de Jaime Larraín y Osvaldo Larraín se destaca -entre otras muchas cosas- por el tratamiento compositivo de sus fachadas como elemento unitario. La obra de los arquitectos cuenta con volúmenes edificados en las ciudades de Viña del Mar y Santiago, que se identifican por la particular composición plástica de los frentes de sus edificios, así como por el aporte a la imagen urbana que estos logran en el lugar donde se emplazan.
Sus proyectos abordan la creación de ritmos, el uso del color y la repetición como principios compositivos, sobresaliendo por la propuesta urbanística, que a partir de las anteriores consideraciones, se evidencia principalmente en sus edificios de vivienda colectiva.
Entre las obras distintivas de los chilenos podemos mencionar el Edificio Copacabana en Viña del Mar, el cual a partir del desarrollo de su fachada logra imprimir un cierto elemento identificatorio a la ciudad y dotar de particular atractivo al conjunto.
El partido general en este caso se apoya en la diagonal de los balcones, generando a partir del giro una redirección de las vistas hacia el paisaje costero. De esta manera se genera un diálogo de la obra con su contexto, estableciendo una relación de apertura respecto al mar, y en su opuesto cerrándose hacia la ciudad, la cual enfrenta a partir del desarrollo de un muro multicolor.
Este ejemplo es suficiente para identificar cómo a partir de la composición geométrica de uno de los elementos se logra establecer una propuesta de orden urbano. Se reconoce entonces a la fachada como el elemento de primer orden, la que se convierte en una composición plástica configurada por terrazas y la inconfundible secuencia cromática caracterizada por los colores amarillo, azul y blanco, dispuestos de forma desfasada a fin de crear una perspectiva en diagonal dotando con un efecto visual a la composición.
Esto se reconoce también en uno de los volúmenes proyectados en el centro de Santiago. El Edificio Huérfanos 1373, el cual brinda viviendas y locales comerciales al pleno centro de la ciudad.
En este caso, una vez más se reconoce el sello característico de la oficina a partir de una composición externa que no respeta el programa interno de la planta, lo cual se corresponde en una lectura homogénea desde el exterior, donde tanto departamentos, como cajas de escaleras y núcleos de ascensores, tienen un tratamiento igualitario.
De esta manera, se observa una fachada compuesta con elementos repetitivos, donde el detalle de los balcones respecto a las ventanas, que coincide justo en el centro, provoca un diálogo entre lleno y vacío, generando una diferencia entre lo vertical y lo horizontal, así como entre ventana y balcón.
El edificio en sí cuenta con 13 pisos, de 11 departamentos por planta. Sin embargo, la radical decisión unifica el volumen dando cuenta de un gran conjunto que dialoga en su totalidad con el contexto circundante, pero que no obstante resguarda su interior dotando de privacidad a un programa emplazado en un lugar tan expuesto como el sector central de la capital.
En Detalle: Ventanas Modernas del Centro de Santiago
Les presentamos a continuación un extracto de la Tesis desarrollada en el marco del Magister en Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile, presentada por la arquitecta y docente Javiera González Zarzar.