Todo Egipto 'faranóico' y turístico está plagado de intensidad, todo está en venta y todo es regateable. Llegar al oasis de Siwa es literalmente llegar a un oasis: el calor es infernal y en promedio en esta época del año —Agosto— la temperatura llega a 50°C pero se equilibra con la frescura de su gente, té, tabaco y túnicas blancas. Acá no existe el regateo y el tiempo camina paso a paso sin sobresaltos ni apuros. Existe mucho que visitar, sin embargo no hay presión, pues los lugares simplemente están ahí, y son vividos, tanto así que uno puede pasar la noche en la Vieja Siwa —ruinas de la antigua ciudad— sin peligro ni apremio, bajo la luna y acompañado por el frescor de la altura, de la noche y la brisa (al azif) del desierto y en verano.
Cuenta la historia que Alejandro Magno visitó el Oráculo de Siwa para reafirmarse como Faraón antes de emprender su campaña en Persia y después fundar Alejandría. Una leyenda, transmitida por el historiador griego Heródoto, narra que el rey Cambises II de Persia (524 a. C.) envió un ejército de 50.000 soldados para atacar a la población del oasis, pero desapareció en medio de las arenas del desierto dejando solo un susurro, al azif.