Humildad y un gran sentimiento de insignificancia es lo produce escribir sobre Blade Runner, filme de culto y gran reflexión, de múltiples interpretaciones, las cuales han sido abordadas con gran maestría por ya muchos otros autores difíciles de superar. Pero de lo que va esta reseña, humilde y respetuosa, es la de crear en sus breves paginas un acercamiento a este gran imaginario, invitando al lector a maravillarse y perderse en su mitología.
La imagen de Blade Runner nace de la idea de representar el concepto de Megalópolis, ciudad descomunal cuya extensión parece infinita y que no termina en el horizonte. Ciudad decadente, compuesta por un gran conglomerado de rascacielos que nace de suburbios superpoblados y de chimeneas industriales, las cuales escupen fuego como si del infierno mismo se tratara. Metáfora por donde se le quiera ver, con calles llenas de contaminación, violencia, ruido, invasión publicitaria, ingredientes de una metrópolis caótica la cual no es más que una exageración de las características que ya definen la ciudad actual.