
El mundo observa el desarrollo de China con una mezcla de admiración, curiosidad y aprensión. Desde proyectos de infraestructura masivos (como plantas hidroeléctricas y una moderna red ferroviaria de alta velocidad) hasta el surgimiento de ciudades enteras construidas desde cero, el país exhibe una ambiciosa estrategia de crecimiento y una impresionante capacidad de ejecución. Sin embargo, este rápido progreso también trae consigo desafíos significativos y marcados contrastes. Por un lado, la modernidad se afirma en rascacielos futuristas y tecnología de vanguardia; por otro, sigue existiendo una necesidad apremiante de preservar el rico patrimonio cultural e histórico del país, reflejado en templos antiguos, palacios imperiales y ciudades históricas.