Mucho antes de que la literatura juvenil se convirtiese en una tendencia cinematográfica y estableciese una nueva ola dentro de los mundos distópicos de la ciencia ficción, Lois Lowry publicaba su novela “The Giver” en 1993. Su historia, como muchas otras, comienza con la ensoñación de un mundo perfecto donde la guerra y el dolor han sido erradicados, para de forma gradual descubrir que aquella realidad es tan solo un proceso mecánico, un sistema roto donde la humanidad se encuentra inserta. La novela recibió una gran cantidad de premios y críticas positivas, adaptándose al teatro y convirtiéndose en una lectura obligada para niños. El actor Bill Cosby trato de llevarla a la gran pantalla en 1994, pero finalmente seria Jeff Bridges, tras varios años de negociaciones, quién no solo concretara el proyecto sino quién lo protagonizaría.
Con una estética pulida, la cinta nos transporta hacia una comunidad modelo, donde todos los aspectos de la vida son positivos y en donde todas las personas conviven en armonía. De inmediato salta a la vista la falta de color de las imágenes, siendo un mundo en blanco y negro pero con una estética muy moderna y tecnológica. Esta falta de pigmento sin embargo no inmuta a sus protagonistas y vasta una pincelada de color, para hacer la aclaración al espectador de que lo que mira es el reflejo de lo que en verdad perciben los protagonistas.