
Para mí, y creo que para la mayoría de las personas que día con día exigen de sus cuerpos sólo lo más cotidiano, es fácil entenderme no como un cuerpo que piensa sino como una mente con cuerpo. Como si mi cuerpo me contuviera sin realmente ser yo misma. ¿Somos un cuerpo o tenemos un cuerpo? La pregunta ha sido confrontada por distintos filósofos desde los tiempos de Platón y, para ser realista, no seré yo quien dé con la respuesta. Y en realidad no estoy buscándola; ni siquiera me habría detenido a pensar en ello si no fuera porque la semana pasada fui a Dia:Beacon y conocí (¡por fin!) las Elipses Torcidas de Richard Serra.