La arquitectura del paisaje modernista marcó un cambio radical de los diseños de jardines tradicionales, enfatizando la simplicidad, la funcionalidad y una conexión más fuerte entre las personas y sus entornos. Desde 1930 hasta 1960, este movimiento vio la aparición de arquitectos paisajistas visionarios que integraron forma y función de maneras que redefinieron los espacios al aire libre. Sus diseños respondieron a los paisajes urbanos en rápida evolución de la época, priorizando la usabilidad y creando entornos que pudieran alojar la vida moderna. La influencia duradera de estos principios continúa dando forma a las prácticas contemporáneas, al mismo tiempo que también presenta desafíos únicos en la preservación a medida que estos paisajes envejecen.