En los últimos años, la madera ha ganado terreno como un material de construcción renovable, versátil y estéticamente atractivo. Su resistencia, facilidad de manipulación y propiedades aislantes le otorgan ventajas que otros materiales no consiguen, convirtiéndola en una alternativa cada vez más utilizada por diseñadores, arquitectos y constructores. Sin embargo, tal como presenta múltiples beneficios, también es susceptible a procesos de degradación y pudrición, requiriendo cuidados de preservación ante el paso del tiempo u otras amenazas externas.
Como respuesta a aquellos problemas de durabilidad, antiguamente existían dos posibilidades: aplicar tratamientos químicos o utilizar maderas duras tropicales. Mientras el primer camino genera toxinas dañinas, el segundo incentiva la deforestación en un contexto de cambio climático. De este modo – y en vista de una mayor demanda por el material – se han desarrollado métodos alternativos para protegerlo. Uno de ellos es la acetilización, un proceso no tóxico que, además de ofrecer un alto rendimiento, reduce significativamente el impacto medioambiental.