El graffiti, como forma de arte, tiene una relación compleja con la gentrificación. Por un lado, ha involucrado las calles y la estructura urbana como un lienzo para que las personas se expresen cultural y socio-políticamente. Esta expresión puede ser una forma de rebelión de minorías étnicas y grupos desfavorecidos en ciertos vecindarios, o puede generar un sentido de singularidad cultural y expresión social, dando a un vecindario un carácter positivo y atrayendo a nuevos residentes. Sin embargo, a lo largo de los años, este último ha sido un agente de gentrificación, aumentando los valores de las propiedades para acomodar a residentes más ricos y alienando a las comunidades nativas de esos vecindarios.
En ciertos casos, los artistas reconocen su papel en este esquema urbano y ajustan su forma de arte a través de su estilo, mensaje, ubicación y acción como formas directas de protesta para luchar contra la gentrificación. Desde Brixton, Shoreditch y Hackney en Londres, hasta Williamsburg y Bushwick en Nueva York, y el Canal Saint-Denis y Belleville en París, el uso del graffiti en los paisajes urbanos de estos vecindarios puede protestar o inspirar diferentes formas de desarrollo.