La vertiente históricamente expresionista en arquitectura nace tras la debacle humana y social heredada de la Primera Guerra Mundial. Una guerra enlodada, hedionda, de ínfimo valor humano; la cual promulgó sus estragos por toda Europa, parte de Asia y EE.UU. Pero sin duda, el territorio más funestamente desolado fue el alemán; donde no sólo dejó una crisis económica y a nivel de infraestructuras, sino que perturbó el pensamiento de toda una sociedad. Una gran depresión emocional. Es por ello que la luz del expresionismo era tan necesaria. El color, la vuelta a la naturaleza, la brusquedad de la recta junto con la gentileza de la curva, las aristas vivas, texturas, juegos formales, … Un nuevo lenguaje. Una nueva dialéctica con la que expresar tu mirada del mundo.
Hans Scharoun [1983-1972] bebió de ese lenguaje. Él, junto con muchos de sus coetáneos —Mies, Taut, Mendelsohn o el propio Häring— se forma en el estado expresionista que se vive en la Alemania de posguerra, bajo la dirección de Poelzig y su Escuela de Breslau. Dicho expresionismo aparece por primera vez en una serie de acuarelas que cede a la “Gläserne Kette” (“Cadena de Cristal”), la famosa correspondencia entre arquitectos y artistas de la Alemania de la época. Ideada originalmente por Bruno Taut, dicha correspondencia servía como medio de comunicación entre los componentes de este grupo. En las cartas, liberados de los límites de la factibilidad, los miembros describen sus visiones de una sociedad ideal y de una arquitectura benéfica.