La decisión de que un director novato fuese quien dirigiese la continuación del film de culto “Tron”, tomó a muchos por sorpresa y marcó para siempre la calidad del producto final, en muchos planos diferentes. Por un lado, la crítica y el público coinciden en una historia simple y sin complicaciones, en la cual los protagonistas no lograban conectar con el público completamente; pero por el otro, nadie se atrevió a criticar negativamente la calidad visual de la película, la cual nos mostraba un universo perfectamente consolidado en todos sus detalles.
La poca experiencia como director de Joseph Kosinki se compensa con la de arquitecto. Uno de sus principales objetivos al llevar la cinta a su realización fue la de mantener el espíritu original de la cinta ochentera. Esta había sorprendido gracias al uso innovador de la animación digital y efectos especiales, con una estética muy geométrica y simplista debido a las limitaciones de la época. Kosinki sabía que la animación actual ofrecía recursos ilimitados, sin embargo no deseaba que el diseño se mostrase completamente orgánico. Suavizó las formas pero en todo momento mantuvo presente una fuerte presencia de la geometría pura, estableciendo así una conexión con el pasado.