En tiempos de fugacidad, en los que la emoción envejece antes de alcanzar la conciencia, es necesario que el individuo se decante por el ser en el mundo: encaminarse en la búsqueda de la memoria. En los límites de la memoria se descubre el jardín japonés como una malla trascendente tejida con una ascesis y una estética que no parecen ser de este mundo. El jardín japonés se asemeja a la naturaleza en tanto en cuanto toma las formas y los elementos del paisaje, pero se aleja del exuberante y caótico mundo percibido. La naturaleza se evoca en el jardín japonés pero esta recreación estética del paisaje siempre está intentando alcanzar lo sagrado.