Crear espacios de interacción social involucra procesos de diseño que buscan hacer frente a la individualización del ser fomentando los vínculos y conexiones entre las personas. Si bien el avance de las tecnologías de la información y la comunicación aporta nuevas herramientas que optimizan el desarrollo de ciertas actividades y funciones, su impacto en la sociedad tiende en ocasiones a incrementar prácticas individuales como el trabajo remoto, las actividades físicas a distancia por aplicaciones o el consumo digital de bienes, servicios y eventos, entre otros. Desde la arquitectura, el diseño de interiores y hasta el urbanismo, numerosas prácticas emergentes se enfrentan al desafío de consolidar espacios de interacción social a través de estrategias de diseño, usos y conexiones naturales que eviten el reemplazo del espacio físico por el virtual.
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La ciudad de Buenos Aires es extensa en su superficie y posee un entramado urbano heterogéneo y variable en escalas. Gran parte de los barrios residenciales están conformados por un tejido de usos mixtos, donde las construcciones predominantes de hace varias décadas son la llamada "casa chorizo" y las viviendas de propiedad horizontal, comúnmente denominadas PH. Resulta interesante revisar cómo, a través de los años, estas construcciones han sido modificadas debido a los cambios en las normativas de edificación, que permitieron la creación de nuevas tipologías, respondiendo mayormente a nuevas formas de habitar dentro de la ciudad. La renovación de estas construcciones, muchas de ellas destinadas al uso residencial, también ha sido una respuesta consciente para evitar la sobreedificación en una ciudad ya densamente poblada. Si bien este tipo de proyectos son una práctica recurrente en Buenos Aires desde hace varios años, muchos jóvenes arquitectos de nuevas generaciones adoptan estos desafíos, generando así una tendencia que parece no tener fin y donde encontramos nuevas soluciones en cada remodelación.