Sea o no el primer día, o sea que quieres volver a empezar; ciertos discursos son “lugares” a los que hay que volver o traer de vuelta para reinventarnos siempre.
Empecemos pues, otra vez. Como todo nuevo comienzo, hay un despertar del espíritu. Prohibido empezar sin ilusiones de cambiar el mundo, arquitectos. Ya lo decía Ciriani: “lo único que debe traer el estudiante de arquitectura es motivación”, sino estamos perdidos. Y con el avance del ciclo, tanta búsqueda creativa puede desgastarnos. Todas las formas habidas y por haber del eternamente aclamado “me falta inspiración” lo sabemos muy bien; por eso mismo, en contraparte, sabemos del gran valor de sentirnos inspirados.
He ahí la importancia de los discursos del primer día de clases en las escuelas de arquitectura. Pues son la ocasión perfecta donde las palabras confabulan para inyectarnos inspiración que ojalá durase para todo el ciclo, o toda la carrera. Porque los que son verdaderamente inspiradores, son eternos. Y los hay de todo: sobrios, llamativos, reflexivos, sentimentales, emocionantes, inolvidables…varían según la intensidad e intención de cada maestro. Lo cierto es que alguien en algún lugar da y recibe este mensaje universal.
Lo que trae este artículo son retazos de discursos y primeros días atesorados durante una carrera de arquitectura. Hay quienes tenemos esta locura de escribir hasta las palabras de aliento. Para que en algún momento –como este- cobren sentido, revivan compartidas y sean pronunciadas como un brebaje de inspiración al instante.