Desde el pasado 20 de marzo, con el objetivo de proteger la salud pública y reducir la transmisión del COVID-19 en el territorio argentino, el país resolvió decretar el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Mediante esta medida excepcional, todas las personas que habitan en el país o se encuentran en él en forma temporaria deben permanecer en sus domicilios hasta el día 31 de marzo, absteniéndose de concurrir a sus lugares de trabajo y de circular por rutas, vías y espacios públicos.
La reestructuración de la vida urbana ya es notable: todos los eventos culturales, recreativos, deportivos y religiosos fueron cancelados. Cuando los ciudadanos redujeron sus desplazamientos a los mínimos e indispensables los espacios de encuentro como las plazas y los parques de la ciudad se congelaron. Ahora que las calles están vacías, los balcones se convirtieron en las nuevas plataformas para la interacción social y en un espacio para la celebración y la protesta.