Que sea la luz; y hubo luz. Génesis. I, 3
El James Turrell Museum de la Hess Art Collection en Colomé es inquietante. No hay colgado nada sobre las paredes, ninguna escultura se alza del piso, no hay móviles que caen del cielorraso. ¡Sólo luz! Jamás se ha hecho tanto con lo que aparentemente es tan poco. Los visitantes van y vienen en lo que el artista llama ‘un estado del ojo sobresaturado’. La luz es una sustancia tramposa, si es realmente una sustancia. Ondas y partículas de la efímera radiación electromagnética infiltran nuestras vidas diarias. James Turrell (1943) nos ofrece la visión del artista de esta ecuación: luz más tecnología equivalen a iluminación o, por lo menos, a una conciencia más profunda de nuestra condición humana.
El edificio que hospeda esta colección tan esquiva es una representación sólida de la arquitectura contemporánea museística. Está ubicado en el centro de una serie de círculos concéntricos en continua expansión, conformados por un núcleo, el Turrell Museum en sí, las viñas que rodean el imponente edificio de 1.700 metros cuadrados con suntuosos verdes, los beiges que cubren la adyacente corteza de la tierra, seguido por una diversidad de grises que conducen a la falda de los Andes, desplegándose al oeste delante de los majestuosos picos de la misma Cordillera.