Si intentamos definir a Carlos Quintáns en una palabra, esta sólo podría ser una: omnipresente. Ganador de múltiples premios, viene de ganar hace justo un año el León de Oro de la Bienal de Venecia 2016 con el pabellón español que comisarió junto con Iñaqui Carnicero.
Sin lugar a dudas su figura despierta una especie de admiración muy palpable allá donde va. Tuve la suerte de asistir como alumno a sus clases y de ver cómo el aula se llenaba clase tras clase, debido principalmente al interés que suscitan siempre sus palabras. La primera sorpresa en sus clases es el método, ciertamente revolucionario para lo que estamos habituados en la Escuela: la "guía" de clase era un blog en el que Carlos y su equipo publicaban cuatro veces al día arquitecturas sin autor.
Nos recibe en su estudio, ubicado en la Unidad Vecinal Nº3 de José Antonio Corrales, en el Barrio de las Flores de A Coruña (España). Este barrio condensa en sí mismo toda la filosofía del Movimiento Moderno, con una marcada influencia de Le Corbusier y Gropius. No podía ser de otra manera, sin duda. Tras pasar entre cientos de libros apiñados en estanterías de suelo a techo nos sentamos en una mesa plagada de libros y apuntes. La luz entra través del hueco horizontal iluminando los pilares y muros de hormigón, y sin saber muy bien cómo, empezamos a charlar.