Debería existir una palabra para ese tipo de películas que se encuentran a medio camino entre secuela y reboot —reinvención—, pero como no la hay, solo lo llamaremos Blade Runner 2049, o mejor, 2049. Esta cinta es quizás más sutil en la forma en que se refiere al clásico distópico de Ridley Scott, que otros reboots como Star Wars: The Force Awakens, pero no es necesario hacer la comparación.
Por ejemplo, es fácil ver guiños de personajes de la Blade Runner original en 2049: el detective privado Rick Deckard es ahora el estoico K; la femme fatale Rachael es Joi, un acompañante holográfico que se balancea en la línea entre lo robótico y lo humano; el loco Roy Batty es ahora la asesina Luv. Además, no debemos dejar de mencionar la manada de replicantes que se hacen pasar por humanos y policías con segundas intenciones. De hecho, uno de los pocos personajes que no se repite el plato es la ciudad de Los Angeles, cuya arquitectura está sorprendemente disminuida en comparación con el primer film. El resultado final está desprovisto de un alma cívica, por decirlo de alguna forma, pero quizás ése es el punto.