La arquitectura consiste en el diseño de espacios para la ocupación humana. Más allá de la habilidad de los arquitectos/as para diseñar espacios que influyan en el comportamiento humano, existe por lo general una deficiencia a la hora de anticipar y reaccionar ante el comportamiento de los ocupantes. Para crear entornos que impulsen el bienestar, la productividad y el compromiso social, se debe fomentar una relación simbiótica entre los edificios y el comportamiento humano. De hecho, la intersección de estudios arquitectónicos y antropológicos forma un marco revelador para el diseño de espacios físicos informados por el comportamiento humano y el contexto cultural.
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La ciudad como organismo
La naturaleza ha sido continuamente considerada una musa inspiradora para los arquitectos. Colores y formas del mundo natural están incrustados en construcciones artificiales. Los edificios también están formados por patrones de viento y sol, topografía y vegetación. Mientras que la arquitectura se alimenta de los efectos de la naturaleza, los edificios se han propuesto como objetos inertes que permanecen estáticos en un mundo en evolución biológica. Las "junglas" antropocéntricas de hormigón están desprovistas de vida, separando a los humanos de los entornos naturales y provocando desequilibrios que se han manifestado en forma de pandemias. Pero, ¿cómo serían las ciudades si no hubiera fronteras entre humanos y ecosistemas?
Notas para la definición de urbanismo en el antropoceno
En Octubre de 2015, Leandro, jefe indígena en la reserva de Pimentel Barbosa en el estado brasileño de Mato Grosso, atraviesa su territorio en motocicleta. Consigo lleva un rastreador GPS, un teléfono móvil, cámaras de video y de fotografía, y suficientes baterías para el día.
Leandro, perteneciente a la tribu Xavante, no es la imagen de jefe indígena de una reserva que ha tenido reducido contacto con sociedades externas. Sin embargo, tampoco es el territorio indígena del Amazonas brasileño la imagen de extensos territorios de naturaleza vírgen perpetuada por el imaginario occidental. Nunca lo fueron. El amazonas brasileño ha sido, y es, un espacio culturalmente cargado, resultado de siglos de un diseño extensivo por parte de los indígenas, donde vegetación y seres vivos han sido tecnológicamente gestionados, en lo que podemos sin duda llamar un urbanismo.