En los últimos años la arquitectura europea se ha volcado hacia la renovación y remodelación de edificios y centros históricos con el fin de frenar la expansión urbana horizontalmente y promover el desarrollo equitativo de las ciudades.
Esta tendencia no sólo se ha convertido en un aporte hacia la densificación y revitalización de sectores deprimidos, sino también ha permitido que familias que habían sido desplazadas hacia la periferia habiten el centro y mejoren su calidad de vida.