La ciudad de Puebla –ubicada en el altiplano central de México–, es particularmente conocida por el trazo de sus calles y su arquitectura principalmente barroca. Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1987, alberga una dinámica cultural de amplio espectro que se centra en la preservación del patrimonio edificado y su apreciación a la distancia, como si se tratara de una obra en un museo. Es así que en nuestros trayectos cotidianos nos percatamos de la monumentalidad de sus fachadas, pasando desapercibido, en la mayoría de las ocasiones, que tras los grandes portones de madera se esconden lo que hemos llamado “el corazón de la casa poblana”.
Debido a los diversos acontecimientos que hemos experimentado en los últimos años, es evidente que los espacios que habitamos han cambiado y no solo hablando en términos de cómo los experimentamos sino que, estos cambios se vieron reflejados en como revalorizamos por ejemplo, el diseño de interiores de nuestros hogares. Si bien siempre ha sido un factor muy importante, esta pandemia nos hizo ver con mucha más atención la importancia de una buena distribución espacial, de una buena iluminación, ventilación y confort en las viviendas.
Uno de los factores más importantes cuando se diseña es el clima específico del sitio, esto puede representar una dificultad cuando se trata de climas extremos y es necesario utilizar materiales aislantes que se adapten a las condiciones cambiantes. Sin embargo, cuando se habla de México y su clima privilegiado esto se vuelve a favor de los arquitectos permitiendo crear microclimas y espacios que se difuminan en la transición de lo que resulta ser adentro y afuera.