Desde los primeros experimentos llevados a cabo por el francés Joseph Niépce en 1793, y su prueba más exitosa en 1826, la fotografía se convirtió en un objeto de exploración y un recurso para registrar momentos vividos y lugares del mundo. Dentro del amplio espectro de la producción fotográfica a lo largo de la historia, la arquitectura ha desempeñado con frecuencia un papel destacado en los registros, ya sea desde la perspectiva de la fotografía como arte, documento o, como a menudo fue, un instrumento para la construcción cultural.
Con una gran autonomía como práctica y de debate particular dentro de este tema, la fotografía arquitectónica tiene la capacidad de reafirmar una serie de características expresivas de las obras retratadas, crear tensión en su relación con el entorno y proponer lecturas específicas o genéricas de edificios, entre otras posibilidades de investigación.