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Arquitectos: Sebastián Arquitectos
- Año: 2022
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Fotografías:Irene Ruiz
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Proveedores: Actiu, Atri
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La rehabilitación y puesta en uso de los edificios en abandono en el centro de nuestras ciudades es, sin duda, uno de los retos actuales a los que la arquitectura debe dar solución. Las nuevas oficinas de MAZ se mantendrán en el corazón de Zaragoza, en un edificio rehabilitado en la calle San Miguel, concebido originalmente por Loreno Monclús en 1967 como maternidad y que, previo a su abandono, pasó a ser el conservatorio de música. La intervención en este edificio amplía y se suma al heterogéneo complejo ya existente del que dispone la mutua, compuesto por los edificios de Marcelino Securun de 1928, la ampliación de Teodoro Ríos en 1936, agrupadas en la calle Sancho y Gil.
El bloque del conservatorio se conformaba como un elemento de siete plantas, de no muy generosa dimensión, que se organizaban en torno a un patio central que recorría toda la altura del edificio. Su fachada modulada de ladrillo establecía en la calle un referente visual propio de un tiempo nuevo avanzado por la modernidad.
El proyecto de rehabilitación se plantea desde el respeto a ese patio central, como elemento principal capaz de articular toda la sección del edificio, cosiéndola a través de un vacío mágico de reflejos y luz que llegan hasta la planta baja. La franja del patio interior separa además las dos naturalezas del espacio de trabajo, una oficina paisaje abierta a la calle San Miguel, y un bloque de despachos individuales y de reunión que se muestran como una fachada interior, como un edificio dentro del edificio. Ambas naturalezas, cuya diferencia se manifiesta también en el tratamiento material, quedan unidas y comunicadas por un sistema de pasarelas contrapeadas que pautan el vacío y relacionan visualmente los distintos niveles, aportando una gran espacialidad al conjunto, de la que antes no disponía.
La intervención en la envolvente exterior recoge el mismo objetivo de traer la luz al suelo, en este caso a la angosta y oscura calle San Miguel, mediante unos huecos tridimensionales orientados como un caleidoscopio que reflejan el cielo y se integran en la fachada original, actualizando su imagen desde el respeto por la preexistencia.
Además del bloque de San Miguel, en el antiguo patio trasero en desuso del edificio histórico se amplía el programa general de planta baja con una nueva zona de usos diversos para ampliar las prestaciones del espacio para los trabajadores. La estrategia empleada, similar a la aplicada en el antiguo conservatorio, ha consistido construir una nueva atmósfera espacial, abierta y amplia, a través de mecanismos de reflejos y patios de vidrio que multiplican el angosto ámbito del que se disponía. Tres patios verdes invaden el espacio continuo con su frescor visual y pautan los usos de office, descanso, y reuniones, comunicados visualmente a través de estos filtros verdes. Por medio de la geometría de los cerramientos y techos, y el uso de materiales claros y especulares, el nuevo área se conforma como un curioso y mágico jardín en el corazón de la ciudad.