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Arquitectos: AMAO Estudio
- Área: 90 m²
- Año: 2019
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Fotografías:María Montenegro
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Proveedores: Sika, Chema., Maestro, Promart, Sodimac
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Llullucha, es una comunidad campesina de la provincia de Quispicanchi, en el Cuzco peruano. Geográficamente aislada, se sitúa a 4200 m.s.n.m. y desde el poblado se puede observar el nevado Ausangate. Pueblo de 76 familias comuneras, tierra de alpacas, apus y sombreros de ala ancha donde el Quechua es predominante.
La única escuela existente fue construida en el 2008 por la ONG All Hands and Hearts. La mayoría de sus profesores tenían que trasladarse diariamente desde Cuzco ciudad hasta Llullucha. El recorrido les suponía cinco horas diarias y muchas veces afectaba a las horas lectivas de los estudiantes. Se propone la construcción de la vivienda para los maestros, buscando mejorar la calidad de vida de los profesores y, a su vez, la calidad educacional de los alumnos.
La centralidad existente en el Perú y en Lima, hace que zonas remotas del país se vean afectadas por la falta de medios económicos, sociales y de infraestructura. Esto conlleva a que estas comunidades se rijan por un mecanismo de autogestión. Cada familia está dispuesta a ayudar en el desarrollo de proyectos sociales y culturales. Es aquí donde nacen las “faenas”: trabajo en conjunto que se realiza en favor de la comunidad y que depende de la necesidad del momento. Algunos de estos compromisos son la construcción de espacios sociales, la recolección de alimentos, rehabilitación de casas de comuneros y cualquier actividad que conlleve un bien común.
Las comunidades de la sierra se ven impactadas por el constante cambio global, pero tienen una visión diferente acerca de cómo adaptarse y mitigar este cambio. La tierra en la que viven y los recursos naturales que obtienen están directamente ligados a su identidad. Conservar y respetar estas tradiciones que tienen de origen un patrimonio y legado histórico fue la principal línea de trabajo desde el inicio de este proyecto.
La casa se inspira en la tipología de vivienda vernácula existente en la zona, se nutre de técnicas artesanales y mano de obra local: Carpinteros expertos en trabajar la madera de copaiba y comuneros especializados en la construcción de cubiertas de carrizo, adobe teja.
Volumetricamente se presenta como un prisma rotundo, que se desarrolla en dos plantas y lo protege una cubierta a dos aguas cuyos faldones terminan en aleros. Existe una búsqueda constante de espacios que transmitan desahogo, pese a desarrollarse en una superficie reducida.
La planta baja acoge el programa “diurno”, siendo más abierta y comunicada visualmente con el exterior con una franja horizontal de ventanas, tratándose de un gesto de proyecto decisivo y cuyo ritmo se alarga hasta las cerchas de la cubierta y el multifuncional mesado de hormigón. El piso superior es más ciego hacia el exterior, excepto puntualmente, cuando se abre un ventana de proporciones cuadradas y de menor dimensión.