Si bien la fundación de las ciudades hispanoamericanas siempre ha estado relacionada con la disponibilidad de cursos hídricos, no siempre han podido resolver el encuentro de su desarrollo en relación a los ríos que las atraviesan. En el caso de la Ciudad de Córdoba, sucede esto en relación al Río Suquía, al que durante el siglo XX la ciudad le ha dado la espalda utilizándolo como borde industrial.
Por el contrario, el encauzamiento parcial del arroyo La Cañada se concibe casi como un elemento inherente a la ciudad, constituyéndose como rasgo característico de la imagen urbana tanto por ser un eje estructurante y ordenador como por su gran atractivo paisajístico y turístico.
Las 70 manzanas fundacionales del plano del Gobernador Don Lorenzo Suárez de Figueroa debieron su ubicación a las características naturales del sitio que servían de contención natural, como las barrancas al sur, el Río Suquía al norte y el Arroyo La Cañada al oeste.
El arroyo La Cañada atraviesa el centro de la ciudad de Córdoba desde un espejo natural denominado La Lagunilla, ubicado al sudoeste de la ciudad, hasta que desemboca en el Río Suquía, hacia el norte. Es un arroyo estrecho, pero durante las grandes lluvias aumenta su caudal estrepitosamente, y provocaba grandes inundaciones. En 1623 los jesuitas construyeron su primer encauzamiento, de cal y canto rodado proveniente de las canteras de la zona, que permitía contener estas grandes crecidas.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, con la llegada del ferrocarril, la ciudad sufrió un importante crecimiento demográfico. Para superar el límite que implicaba el Arroyo La Cañada, se debieron construir puentes y así pudieron formarse los tradicionales ‘Barrios- Pueblo’, perimetrales al centro fundacional.
En las décadas siguientes, sobre los años 30 y 40, la ciudad se vió teñida arquitectónicamente en gran parte por las pautas del diseño moderno, las cuales se tomaron como lenguaje para las políticas modernizadores de la época. Como obras hito del momento, se genera el ensanche de la Avenida Cólon Olmos y la sistematización de La Cañada, la cual pone fin a las frecuentes inundaciones a las que se veía sometida la ciudad, y al mismo tiempo, permitía que se constituyera como hito clave en la consolidación urbana.
Se inicia la construcción durante la gobernación del Dr. Santiago Castillo y la segunda Intendencia de Donato Latella Frías, en 1943. En 1944 se inaugura el primer tramo, de 3 kilómetros de extensión, desde la calle Perú hasta su encuentro con el Río Suquía. La obra consiste en un canal a cielo abierto, materializado por hormigón armado, como también los puentes que lo atraviesan en cada calle. Se encuentra revestido con piedra caliza labrada a punta gruesa. En cada uno de sus costados se desarrollan las avenidas José Figueroa Alcorta al norte y Marcelo T. de Alvear al sur.
En 1948 se decide incorporar arbolado en su borde, cuando el ministro de Obras Públicas Rosendo Gil Montero expresa su deseo de que esa obra de infraestructura comience a ser un paseo para los habitantes de la ciudad. Ésta operación potenció su impacto, convirtiéndola en un importante corredor verde de la ciudad, del que las tipas plantadas en ese momento son la mayor atracción. Desde el año 1989 al 1991 se extendió 700 metros hasta la calle Arturo M. Bas, durante la intendencia de Ramón B. Mestre. En 1999 se completaron 800 metros más y luego se enmarcó su contención en barranca hasta el Parque de la Vida, durante la intendencia del Dr. Rubén Américo Martí.
Además de su carácter paisajístico, es importante destacar el impacto positivo que obtuvo el arroyo a partir de la realización de un adecuado e integral diseño sobre el corredor. La Cañada obtiene un valor cultural. Al recorrer su curso se pueden apreciar distintos períodos arquitectónicos, empezando por el Barrio Güemes, que se encuentra en su apogeo, y si bien surge a finales del siglo XIX con la expansión del centro fundacional, sus tradicionales casas chorizo, ahora renovadas, constituyen galerías comerciales y gastronómicas muy concurridas.
De gran atractivo son también los edificios de Togo Díaz, quien aporto con sus edificios de ladrillo una transformación en la imagen urbana, muchos de ellos en relación a La Cañada y el Boulevard San Juan. Llegando a la desembocadura con el Río Suquía se puede apreciar la Plaza Italia del arquitecto Miguel Ángel Roca, el edificio Municipal del reconocido estudio SEPRA, que se encuentra en estrecho vínculo con el Paseo Sobremonte del año 1783, y el Palacio de Tribunales junto a la Plaza de la Intendencia.
Si bien la Cañada constituye un eje verde por sí misma, interpretando sus bordes a partir del impacto positivo que esta ha causado, se puede apreciar el sistema de plazas, plazoletas, y espacios culturales públicos que se conjugan a partir de ésta.
La sistematización del arroyo La Cañada marcó un importante impacto ambiental a lo largo del tiempo en la ciudad de Córdoba. Constituye una obra de valor patrimonial urbanístico – arquitectónico, y permite reflexionar como una obra que surge como estrategia para dar solución al problema de las inundaciones, termina siendo a su vez, una obra de paisaje urbano, perdurable en el tiempo.
Bibliografía
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