En el artículo 'Favelas', el urbanista Flavio Ferreira reúne visiones antagónicas sobre este símbolo de la ciudad informal: mientras Lucio Costa plantea que es la única respuesta errada, John Turner asume que es parte de la solución del problema habitacional.
En Medellín, la tierra de la eterna primavera, también existe una marcada dicotomía entre la ciudad formal y la ciudad informal. Simón Gallego, estudiante de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín, ha realizado un registro fotográfico de esta realidad informal donde, según él, casi el 70% de las construcciones nunca pasaron por manos de un arquitecto. "No debemos construir resistencia, por el contrario, asumir lo inevitable y convertirlo en variables de trabajo", plantea Gallego.
Una serie de 27 fotografías urbanas es el registro de esta arquitectura que habla de la memoria de un pueblo y su trayecto; de un proceso y de las transformaciones del territorio latinoamericano que son inminentes ante este lente. Cada imagen hace un llamado abiertamente a escuchar a aquellos expertos en el campo de acción; allí donde las metodologías de trabajo toman distancia de la academia y son personificadas por constructores empíricos que buscan soluciones a unas necesidades claras. Gallego busca entender las respuestas susurradas por dichas construcciones y transmitir un mensaje muchas veces subvalorado, así nos lo cuenta:
Cuéntanos sobre ti. A qué te dedicas y cómo surgió este trabajo fotográfico.
Simón Gallego (SG): Me críe en un barrio pequeño de Medellín, cerca de una quebrada donde había un asentamiento informal. En medio había una cancha que muchos barrios usaban; esa fue la oportunidad de convivir con varios tipos de personas y conocer, un poco más, lo que hay detrás de “ranchos” de madera y techos de lata. Después decido estudiar arquitectura, siempre acompañado de la fotografía como pasatiempo, y a medida que iba adquiriendo conocimientos y preguntas, mi mirada se fugaba a esa divergente forma de habitar. Desde hace más de un año decidí capturar esas singulares condiciones y compartir una mirada diferente.
Planteas que en este trabajo fotográfico abordas la informalidad de Medellín. ¿Cuál es el objetivo de este trabajo fotográfico?
SG: La fotografía es pausa, un instante detenido; también es memoria. Documento y recuento. Es entonces una oportunidad de alzar la voz de forma diferente, de suscitar interpretaciones. De poner en alto una realidad inevitable y evidente que es vista, y vivida día a día: la informalidad como escenografía de un paisaje mestizo, de una identidad acumulada de antecesores diversos; de una incesante necesidad de sobrevivir y sobreponerse a la adversidad.
¿Cuál crees que debería ser el próximo paso ante la informalidad?
SG: Aceptar, "operar sin rencor ni redención". Aceptar para entender porque la complejidad y la incertidumbre caracterizan la informalidad. No podemos pretender actuar sin escudriñar, y sin liberarnos de prejuicios o pretensiones. Solo de una postura objetiva pueden venir aportes más conscientes sobre escenarios subvalorados. Evoluciones metodológicas, interacciones más agudas, compromisos sensibles e ideas robustas para fenómenos drásticos son imperativas, sin embargo, parten de un mismo principio: aceptación.
La ciudad ha crecido, la velocidad es diferente y las preguntas entrelazan más campos del conocimiento. No debemos construir resistencia, por el contrario, asumir lo inevitable y convertirlo en variables de trabajo o insumos operativos.
¿La informalidad es parte del problema o la solución?
SG: Urgen cambios en cómo nos apropiamos de los asentamientos autogenerados, porque de ellos podemos aprender más de lo que suponemos. Esa imparable fuerza debe ser canalizada, pero no suprimida ni ignorada. Son instrumentos que componen una caótica orquesta, que no necesita control, sino relación. No son un problema organizacional, sino aislados parches de una colcha de retazos.
Podemos hablar entonces de no aludir a una búsqueda de continuidades formales o concordancias geométricas, sino a una relación construida desde el reconocimiento de capacidades; no verse con la mesiánica idea de salvar, mejor de paridad. Es más contundente unificar iniciativas que anteponerlas.
¿Cuál crees que debería ser el rol de los arquitectos?
SG: Detrás de toda construcción que ves, hay una identidad que no ves. Una persona que, con su información o experiencia, la edificó. Una identidad, no un arquitecto. Resaltando que no son lúcidos geómetras los que abundan en los barrios piratas de la ciudad de Medellín, podemos desear un rol que busca ser un gestor más que un diseñador, un medio más que un organizador. Un reactivo que maximiza impulsos de actuar y ofrece alternativas de plasmar. Un versátil académico de la cotidianidad que crea diálogos con la institucionalidad y pragmatismo a lo empírico y lo espontáneo.
Si hemos de operar en la informalidad, necesitamos preguntarnos qué hay detrás de las figuraciones, qué las informa, qué puedo sumar a la ecuación. Así, podemos quizá, garantizar más certeza al diverso devenir de la ciudad formal e informal.