La biblioteca Koica, es un proyecto donado por La Agencia de Cooperación Internacional de Korea, una edificación destinada para el cultivo intelectual y la formación académica del programa “Villa de Las Niñas” de las Hermanas de María, cuyo objetivo es ofrecer una educación integral a niñas de escasos recursos que en su mayoría proviene de áreas rurales.
El diseño se inserta entre dos edificaciones preexistentes, permitiendo hacer una especie de contenedor espacial y que se traduce a una pequeña plaza cívica que rescata y pone en evidencia los valores del espacio abierto y su relación con la arquitectura. El primer aspecto interesante del proyecto es la fachada, una que casi en su totalidad se expresa como una serie de planos cerrados concepto fundamental en la concepción del proyecto, tal como lo explica el arquitecto Mauricio Solís, la fachada hace una síntesis a la idea de “escape” haciendo una analogía a la manera como la escritora Susanna Tamaro se refiere al acto de la lectura o en tal caso, a los libros, que constituyen una forma de escape imaginativo.
Es así, como la fachada puede ser entendida como una “barrera”, la cual es necesaria atravesar, y es que esta idea se manifiesta como la noción de crear una arquitectura que permita llevar a sus usuarios hacia “algo más”, en el caso de la biblioteca, esta intención da un claro argumento de cómo la arquitectura y sus espacios permiten a las niñas internas, encontrase en un lugar en el que se disuelve el carácter de internado y nace la posibilidad de encontrarse en un “mundo distinto”.
La biblioteca cuenta con unos 812 metros cuadrados de construcción y se resuelve en tres módulos formando una escuadra que se adapta a los árboles existentes en el sitio. Estos módulos dan forma al proyecto, el cual se desarrolla en tres niveles, los cuales contemplan, desde un vestíbulo de triple altura, un auditorio, laboratorio de cómputo y área de lectura.
Al interior del edificio, el muro que antes era visualizado como esa barrera, es completamente negado, pintado de negro, pasa a ser un objeto en el último plano.
Solís explica, “lo medular” del proyecto es el jardín, aquél que puede ser entendido como un “lugar secreto” o mágico al que se accede únicamente por la biblioteca, el cual rodea a la misma como un espacio abierto que da la posibilidad de conectar la imagen de lo natural a un proceso educativo. Razón por la que la sala de lectura se abre hacia el jardín por medio de unos ventanales que permiten hacer un diálogo constante entre naturaleza y edificación, un diálogo que intencionalmente se mantiene en todos los espacios del edificio a través de ventanas que dan acceso a ver el jardín desde distintos puntos.
Esta sala de lectura, o espacio para la “formación intelectual”, es un espacio de doble altura que de forma conceptual lo define como el espacio más importante de la biblioteca, haciendo referencia a la escala que debiese tener aquellos lugares destinados al disfrute de la literatura. Se trata pues, de un espacio que dignifica a cualquier lector y por su escala, genera cierto tipo de respecto espacial que hace del lugar un verdadero espacio de convivencia “sigilosa”.
Arriba de este espacio anteriormente descrito, aparece una terraza/jardín que se transforma en un espacio de convivencia lúdica al presentar una serie de montículos verdes en donde las niñas pueden sentarse a leer de una manera no tradicional y que refuerza el contacto con la naturaleza en un plano distinto. Este espacio, además de posibilitar un uso cultural al aire libre, permite conectar en términos funcionales una de las edificaciones preexistentes, lo cual hace de esta terraza un espacio intermedio como mediador entre ambos edificios.
Materialmente, la biblioteca se presenta con una imagen austera, que por un lado es un reflejo de la misma formación otorgada por las Hermanas de María, pero que a su vez, habla sobre la honestidad en el diseño, una arquitectura funcional en la que “nada sobra” tal como lo menciona Solís, el proyecto fue pensado de tal manera que al entender la suma de todas sus partes, hace sentido. Desde el uso del concreto expuesto, tanto en el piso como en la manera que se evidencia el sistema estructural (vigas y columnas) el uso de maderas recicladas tipo OSB (oriented stand board), así como el uso de paneles de PVC perforados, son algunos de los ejemplos que muestra como una arquitectura puede ser sobria y sin ninguna clase de alardes, pero a su vez no pone en duda la calidad y creatividad arquitectónica.
Uno de los materiales que más llama la atención, principalmente al exterior del edificio, es la fachaleta de barro esmaltada, blanca en sus estado original, pero que posee variantes en su tonalidad (según el tiempo que se ha dejado en el horno), un material de manufactura local que al utilizarse en gran escala, genera un canvas cromático rico a la vista y que invita a ser tocado, una sensibilidad de la misma arquitectura.
Este proyecto, más allá de ser únicamente un edificio destinado a la educación es, sin duda, una propuesta que provoca (re)pensar la manera como la arquitectura puede incidir en las personas, un diseño que sugiere que es posible ver las cosas de una forma distinta, positiva a lo mejor. En este sentido, la Biblioteca Koica, se presenta como una arquitectura que dignifica, puesto que no sólo brinda los usos necesarios para educar a una población vulnerable, sino que también muestra posibilidades de crear en el imaginario de esta población, la posibilidad de reconocer un espacio propositivo que muestra cómo la vida puede ser mejor, haciendo válido el argumento de cómo la arquitectura en sí misma puede ser un ente complementario a la educación.