La ventilación tiene dos propósitos principales en una habitación: primero, eliminar los contaminantes y entregar aire limpio. Segundo, satisfacer las necesidades metabólicas de los ocupantes, proporcionando temperaturas agradables (si el tiempo lo permite). Sabemos que los ambientes con ventilación inadecuada pueden generar serios problemas en la salud de las personas y, especialmente en climas cálidos, molestias térmicas. Un estudio de la Universidad de Harvard demostró que en edificios con buena ventilación y mejor calidad del aire (con menores índices de dióxido de carbono), los ocupantes presentaron un mejor desempeño de sus funciones cognitivas, respuestas más rápidas a situaciones extremas y un mejor razonamiento en actividades estratégicas.
Es claro que la ventilación juega un papel esencial en garantizar la calidad del aire y el confort térmico adecuados en los edificios. Todos lo hemos sentido. Cuando hablamos de ventilación, probablemente pensamos en una ligera brisa que entra por la ventana, que se desplaza a través de nuestro pelo y que trae un aroma agradable y una temperatura refrescante, aportando aire fresco y comodidad. En climas agradables, esta experiencia puede ser una realidad bastante cotidiana. En climas extremos y áreas contaminadas, esto puede ser muy diferente.