Estamos tan atrapados en crear algo nuevo que a menudo nos olvidamos de lo que ocurre al final del ciclo de vida de un edificio: la desafortunada e inevitable demolición. Es posible que deseemos que nuestros edificios sean atemporales y vivan para siempre, pero la dura realidad es que no es así, entonces, ¿a dónde va a parar todo el desperdicio generado?
La mayoría de los residuos no reciclables terminan en los vertederos, terrenos que se han convertido en un recurso cada vez más escaso por lo que debemos encontrar una solución alternativa. Cada año, sólo en el Reino Unido, se crean entre 70-105 millones de toneladas de desechos a partir de la demolición de edificios, y solo el 20% de eso -según un estudio de la Universidad de Cardiff- es biodegradable. Con un diseño inteligente y una mejor conciencia de los materiales biodegradables disponibles en la construcción, nos corresponde a nosotros como arquitectos tomar las decisiones correctas que aborden la totalidad de la vida de un edificio.