Por primera vez en la historia, el Premio Pritzker ha recaído en un arquitecto chileno. Un país de 17.4 millones de habitantes que desde hace varios años viene siendo destacado por el notable trabajo de sus arquitectos. Como señalaba hace algunos meses un artículo en Los Angeles Times, la arquitectura chilena comenzó a ejercer una amplia influencia en otros arquitectos alrededor del mundo a través de una serie de obras puntuales, presentando un impecable y sencillo uso de los materiales, y una adecuada incorporación a sus respectivos paisajes o entornos urbanos.
Alejandro Aravena, es también el tercer Pritzker proveniente de América del Sur. Un sub-continente tan fascinante como desigual y complejo, pues todavía existen una serie de situaciones no resueltas que mantienen a gran parte de la población viviendo en condiciones irregulares. Existe un alto déficit de vivienda en la región, y al no haber respuestas claras frente a un proceso de urbanización creciente, las ciudades se van colmando de asentamientos informales difíciles de manejar una vez consolidados.
Paradójicamente, y a pesar de convivir día a día con esta situación, la producción arquitectónica local parecía no interesarse por enfrentar este desafío. Sin duda, el reconocimiento a Alejandro Aravena es un llamado de atención para los arquitectos y una positiva invitación a enfocarse nuevamente en lo elemental. Con el tema central de la próxima Bienal de Venecia 2016, "Reportando desde el Frente", contamos con que Aravena, como director de la XV Muestra Internacional de Arquitectura, podrá seguir transmitiendo aún con mayor fuerza este ideal.