En cada una de nuestras fosas nasales, dos tipos de nervios juegan un papel fundamental en nuestra salud. Los nervios olfatorio y trigémino captan los olores y envían información al cerebro, más específicamente al bulbo olfatorio, para su interpretación. A su vez, este se comunica con la corteza, responsable de la percepción consciente de los olores, pero también con el sistema límbico, que controla el estado de ánimo y las emociones inconscientes. Esta es la defensa del organismo frente a los malos olores o aromas irritantes o fuertes, creando aversión a aquellos que puedan perjudicarnos de alguna forma.
Pero no todos los contaminantes pueden detectarse a través de este sofisticado sistema, y tienen una capacidad intrínseca para influir positiva o negativamente en nuestra salud. De hecho, la investigación ha demostrado que la calidad del aire puede ser bastante mala e incluso preocupante en muchos ambientes interiores, donde pasamos alrededor del 90% de nuestras vidas. Esto generalmente es causado por una ventilación inadecuada del espacio, contaminación externa y contaminantes biológicos; pero principalmente contaminantes químicos de fuentes internas. Es decir, los materiales de construcción utilizados en el espacio. Por lo tanto, hay algunos productos que deben evitarse siempre que sea posible.