Desde el inicio de la pandemia, la pedagoga Camila Regina y el cartógrafo Henrique Lima notaron un aumento significativo de cometas en los cielos periféricos de Río de Janeiro. Los rombos y deltoides de papel de colores son guiados por las manos de niños y adultos que no pueden salir de casa, pero que pueden subirse a sus azoteas para volar una cometa.
Inspirados por esta toma del cielo y por sus propias historias con la cometa, fundaron Pipasgrafias, un proyecto multimedia sobre el juego. Reportajes en video, texto e ilustraciones –además de un mapa interactivo– componen un retrato de lo que es volar una cometa en las diferentes periferias de Río.
“Pipasgrafias es la celebración de un arte y un juego muchas veces marginado porque se produce en espacios periféricos y en la favela”, dice Camila. “Con base en el papel de los trabajadores de la tubería y su sabiduría popular, mostramos que las personas producen arte y memoria todo el tiempo”.
Según el escritor Luiz Antonio Simas en el libro “O Corpo Encantado das Ruas”, la cometa es un invento chino. En Brasil, cambia de nombre según su forma y el cielo donde se suelta, sirviendo de raia, suru, papagayo y capucheta. Estos “juguetes para fabular los cielos y desafiar las nubes”, como los llama el historiador, y su forma de soltarlos fueron declarados patrimonio inmaterial de Río de Janeiro en 2018.
Cometa y ciudad
“Cuando tenía cinco años, comencé a volar una cometa y me enamoré de esos momentos”, cuenta el gaitero Wallace Silva a Pipasgrafias. “Hice muchos amigos a través de la cometa. Había días en los que no me presentaba en casa durante horas porque estaba persiguiendo una cometa”.
Sube a la azotea, busca un espacio abierto en el cielo alejado de cables eléctricos, espera el mejor viento para lanzar la cometa. Volar una cometa es un juego que depende de la calle, y de cómo se construyó para suceder.
Las favelas y los barrios periféricos se construyen sin ninguna planificación urbana. Es un espacio de muchos recorridos, en el sentido de trabajo y esfuerzo. Cuando se suelta la cometa, el juego tiene lugar en medio de los callejones, encima de las losas, donde sea que suceda.
–Henrique Lima
La forma de volar cometas varía según el territorio, como cuenta Camila: “En una favela como la Rocinha, que tiene una estructura de colinas, se ven niños y adultos volando papalotes sobre la losa, porque las calles son demasiado angostas para eso. En la Baixada Fluminense, que es más llana, hay mucho vuelo de cometas en solares baldíos”.
Terapia de cometas
Es común ver adultos sobre las azoteas, tirando y recortando cometas durante horas y horas. Este juego se extiende desde la infancia hasta la edad adulta. “Parece que la cometa se convierte en una extensión de la persona, y jugar, hacer divertidas y sanas competencias se convierte en una especie de terapia”, observa Henrique.
La potencia de esta obra, que se niega a enfriarse incluso en tiempos de pandemia, es para Camila una demostración del pulso de vida de territorios a menudo recordados por sus vulnerabilidades:
Aunque la gente cumpla con el aislamiento social, muchas veces las casas de la periferia son pequeñas, con mucha gente ocupando pocas habitaciones. Cuando vuela una cometa sobre, la persona se convierte en un artista, encuentra su individualidad y juego como poder. Pensar en esta forma común de jugar es pensar en la celebración de la vida, incluso en la necropolítica de Río de Janeiro.
Vía Portal Aprendiz.
