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Arquitectos: María Fandiño - PAISAXE
- Área: 6984 m²
- Año: 2020
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Fotografías:Héctor Santos-Díez
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Proveedores: Fermob, Forjas, GALOPIN, Setga
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Protegida al este por la Serra a Groba y abrazada al este por el océano Atlántico, la explanada del horizonte se erige dominando las vistas sobre la costa. La sección definida por el conjunto del Monte Torroso discurre por la ladera dejando a su paso bosques de repoblación, masas graníticas con arbustos de porte bajo y una pequeña llanura costera fértil, producto de la antropización que pliega la topografía en forma de terrazas.
En los años 70’, con la construcción de la PO-553, el Horizonte, punto entonces de encuentro, se rellenó de escombros rompiendo la sección de la costa, bloqueando la escorrentía natural, desequilibrando el ecosistema y eliminando la memoria del lugar. El horizonte, fue drásticamente transformado en un lugar inhóspito, vacío… perdiendo, con el tiempo, su vocación como punto de reunión.
En este contexto y, pese a que el encargo era crear un gran parque, se optó por recuperar la sección de la costa y, al mismo tiempo, devolver a los habitantes la memoria del lugar, la vocación del Horizonte como punto de encuentro. Romper la explanada, revegetar, regenerar y modelar la topografía creando terrazas que acogen los diferentes usos y dirigen la mirada hacia el azul del océano.
Las nuevas terrazas acogen el programa con espacios y rampas completamente accesibles apoyadas en largos muros. Se restaura un ecosistema y, paralelamente, se genera un nuevo espacio público que muta en el tiempo. El programa desciende por la ladera de forma que, en las áreas más antropizadas, se disponen el bar, aseos y parking, seguidos de los parques infantiles y, finalmente, despareciendo entre las rocas, las gradas del horizonte.
Proyectar hacia el paisaje permite a la arquitectura ser obsequiada por la naturaleza. A medida que avanzaba el proceso de construcción comenzaron a emerger laxes de granito que redibujaban, a su paso, su propia sección. La arquitectura bajó la mirada otorgándole voz al paisaje. Geometrías, programa y topografía mutan a medida que avanza la excavación, el proyecto se pliega a merced del territorio y este, lo abraza, haciéndolo suyo.
El proyecto se inspira en la vegetación autóctona y sus procesos naturales. La estrategia de plantación toma conciencia de la salinidad del océano, sus condiciones adversas y la acidez del suelo. Se plantan especies nodrizas, los abedules con capacidad para crecer en suelos pobres mejorando la estructura edáfica y permitiendo el futuro desarrollo de árboles como el carballo. Bajo ellos, tojales y retamales propios de los ecosistemas de costa aparecen entre las rocas adaptados a las condiciones del atlántico.
Mobiliario, juegos infantiles e iluminación se difuminan con la naturaleza y el color del granito. Formas puras que se encastran en el pavimento y se funden con el paisaje colindante. Jugar con la naturaleza: piedra, madera, grava, arbustos...Sentarse sobre una ligera estructura que levita sobre la masividad de la roca, escuchar la brisa del océano…
La atmósfera resultante oscila entre el gris de la montaña y el azul del océano, quietud y movimiento, gravidez y ligereza, amanecer y atardecer. Un paraje para sentir el territorio y sus formas, para sentir la tectónica que emerge del océano hasta tocar nuestros pies.