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Arquitectos: Garcés-de Seta-Bonet Arquitectes
- Área: 4500 m²
- Año: 2021
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Fotografías:Adrià Goula
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Proveedores: AILLEM, ALUVISILES, Alta Planimetria, Apintesa, Argos Gestión, Coll Vall, Discopolymer, Francisco Javier, Lechón Gonzalez, Geo Hidrol, ICESA, Ingesco, Jòdul, Kone, La Paloma cerámicas, Marmoles Oller, Massoni, Metrovidres, Montajes Industriales Barcelona, SIAC, Teknocubiertas, +1
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La actuación se refiere al área de una antigua fábrica construida en 1916, que formaba parte de la conocida “Companyia d’Indústries Agrícoles S.A.” de Josep Suñol y Jaume Carner, un lugar popularmente conocido como “Pasaje del azúcar”. De acuerdo con el plan dibujado en 2003, que incluía la totalidad de la antigua fábrica a ambos lados del pasaje, en el 2008 los antiguos edificios industriales del lado Norte, de 4.500 m2 construidos, se convirtieron en 29 viviendas no convencionales o lofts.
Una vez rehabilitados los espacios de la antigua fábrica para proyectar las viviendas y los sótanos necesarios, en el lado sur del Pasaje quedaron sin construir otros 4.500 m2 previstos sobre rasante. Estos últimos han sido objeto del proyecto de oficinas de nueva construcción (2019), realizado para un nuevo promotor, para lo que se ha revisado y optimizado el plan original, consiguiendo ampliar la superficie original
El proyecto de oficinas continua el dibujo de los antiguos volúmenes del otro lado del pasaje Mas de Roda, de manera que el conjunto define un ecosistema urbano coherente con sus calles y edificios al que se puede acceder desde la calle Ramon Turró en el lado Norte y desde dos puntos, situados uno en frente del otro, del Pasaje Mas de Roda.
En lugar de pensar un clásico edificio de oficinas agrupadas en un único volumen, este proyecto parte de un modelo similar al de una ciudad, como una especie de ensanche más poroso, para el que se ha construido una variedad de volúmenes con distintas alturas y niveles. El volumen más alto tiene cubiertas planas que dan lugar a terrazas, mientras que los cuerpos más bajos se caracterizan por un techo a dos aguas. Esta distribución hace que convivan de manera flexible los espacios abiertos y cerrados, lo público o semipúblico y lo privado, como si fuera una pequeña ciudad dentro de la ciudad.
Con un lenguaje arquitectónico más abstracto, y sin caer en mimetismos literales, las nuevas oficinas crean continuidad con los antiguos edificios rehabilitados en cuanto a masa, materialidad, forma y disposición repetida de las ventanas a lo largo y ancho de las nuevas fachadas.
En la planta baja de las nuevas edificaciones, la utilización de un ladrillo visto de color antracita añade una mayor precisión al contacto de lo edificado con la calle y agrupa de manera más eficaz las numerosas incidencias que se producen en este nivel. Esta relación con el exterior también se contempla en los suelos, cuyo material se extiende dentro de los volúmenes sugiriendo continuidad.
Esta distribución y materialidad permiten que la parte antigua de la fábrica rehabilitada para las viviendas y la parte de nueva construcción de oficinas conserven la identidad industrial del barrio de Poblenou de una manera armónica.