En un artículo publicado originalmente en Metropolis, la autora Lauren Gallow destaca una transformación urbana dirigida por un grupo de organizaciones y diseñadores locales en California. El proyecto "sustituye un callejón hasta ahora peligroso por zonas de juego, arte público y plantaciones autóctonas", con el fin de revelar el potencial desaprovechado del ámbito público.
La ciudad de Los Ángeles tiene más de 1500 kilómetros lineales de callejones, los que son utilizados en gran medida como estacionamientos, zonas de tránsito y recolección de basura. En el callejón verde de Bradley Plaza, en Pacoima, uno de los barrios más antiguos del valle de San Fernando de Los Ángeles, el grupo de justicia medioambiental Pacoima Beautiful y el Trust for Public Land, han revelado el potencial, hasta ahora desaprovechado, de este recurso frecuentemente ignorado.
Diseñado por la firma global de ingeniería Arup y financiado por L.A. Sanitation & Environment, el proyecto ha transformado un callejón de aproximadamente 230 metros de largo, de un corredor contaminado y propenso a inundaciones repentinas, a un centro comunitario de acceso universal dedicado a las artes.
Al igual que muchos barrios de Los Ángeles, Pacoima está sobrepoblado y carece de parques, ya que la industria pesada colinda con las escuelas y las viviendas. Este callejón, situado entre un distrito comercial muy concurrido y una urbanización subvencionada, se había convertido en un peligro para los peatones y los niños, quienes lo utilizaban como espacio de recreación ad hoc.
"Este proyecto es el primer paso para revertir la narrativa de Pacoima como un lugar para la industria y [transformarlo] en un lugar para las familias", dice Vanessa Thompson, ingeniera civil y ambiental en la oficina local de Arup, que creció a pocos kilómetros del Bradley Plaza Green Alley.
Bajo el callejón, una nueva red compuesta de acequias de infiltración y pozos secos gestiona las aguas fluviales, mientras que en la superficie, los arquitectos paisajistas de RIOS introdujeron más de 1.300 plantas autóctonas, entre ellas artemisa y yuca. Además de proporcionar sombra y una vegetación necesaria, las plantas ayudan a filtrar el escurrimiento antes de reponer el acuífero subterráneo.
El proyecto se definió a través de una amplia campaña de información a la comunidad, que incluyó la aportación de Fernandeño Tataviam Band of Mission Indians, una tribu nativa norteamericana cuya sede soberana se encuentra en la región de Los Ángeles. El deseo de los residentes locales de contar con un espacio comunitario flexible y acogedor, por ejemplo, llevó a la creación de toldos, asientos y zonas de juego. Continuando con el rico legado de arte público de Pacoima, el pavimento está revestido con un patrón de arroyo ondulado, que ayuda a reflejar la luz solar y a mitigar el efecto insular del calentamiento urbano.
"En el pasado, la gente ha visto lugares como Pacoima como un vertedero y a su gente como desechable", dice Thompson. "Dar voz a los residentes y pedirles que ayuden a imaginar su futuro, les devuelve el sentido de la humanidad".
Este artículo se publicó originalmente en Metropolis.