Este artículo fue originalmente publicado en Common Edge.
Los ídolos de la arquitectura han sido celebrados tanto por sus habilidades como por sus personalidades públicas. Algunos ejemplos son Frank Lloyd Wright y Louis Kahn, quienes se convirtieron en íconos en el siglo XX, o Zaha Hadid, tan audaz y evocadora como sus edificios, misma que se convirtió en una "estrella" y cuya muerte prematura la elevó aún más a lo que podría haber sido. Sin embargo, todos ellos son solo humanos, y sus muertes lejos de convertirse en una lápida, dejan nuevas formas de ver el mundo.
Como residente del área de New Haven, Connecticut –una ciudad relativamente pequeña con un enorme legado arquitectónico–, he sido testigo de cómo, durante muchas décadas, Yale ha creado un campo fértil para los arquitectos sirviendo como mecenas de edificios de clase mundial y el hogar de una escuela de arquitectura que ha desempeñado un papel muy importante en la formación de la profesión. Los decanos de la escuela incluyen a Paul Rudolph, Charles Moore, Cesar Pelli, Robert A.M. Stern y actualmente a Deborah Berke, quienes también son a menudo figuras culturales de todo el mundo. En esta misma ciudad, Kevin Roche, Herb Newman y (en las cercanías de Hartford) Tai Soo Kim ganaron grandes comisiones y vieron cómo sus construcciones fueron alabadas en todo el mundo.
Sin embargo, la perspectiva cambia con el tiempo y así como las muertes de los diseñadores Pelli y Roche y el historiador de la arquitectura de Yale, Vincent Scully, han puesto sobre la mesa la realidad de lo fugaz del tiempo, pero sobre todo han demostrado que los grandes ídolos nunca mueren. Todos tenemos un tiempo limitado en este planeta, por lo que esta conciencia post mortem también aumenta el valor de apreciar a los practicantes vivos. En lugar de mirar continuamente al pasado, escuchemos a los que están aquí, a los que han cambiado el mundo a escalas grandes y pequeñas.
Newman, de Newman Architects, ha sido una figura importante en New Haven, ayudando a todo el vecindario de la Novena Plaza a convertirse en una parte vital de la ciudad. Quizás más importante, su diseño, su trabajo como educador y sus numerosos premios durante el último medio siglo lo convierten en un verdadero héroe de las posibilidades de la arquitectura. Cuando le pregunté sobre su carrera, su respuesta fue tan vigente en este momento como lo fue para él hace más de seis décadas:
Cuestioné mi elección de carrera recién egresado porque no hice la conexión entre mi aspiración de crear cosas hermosas y la opinión de mis padres de que debería hacer algo para ayudar a las personas y hacer un mundo mejor. Al acercarme al final de mi carrera, reconozco que es mi amor por los seres humanos y el intercambio humano lo que ha guiado mis impulsos estéticos.
La motivación profundamente humanista de Newman arroja sobre su arquitectura una nueva luz. Compare eso con la tranquila intensidad de Tai Soo Kim, quien llegó a Estados Unidos hace casi 40 años con el objetivo de convertirse en arquitecto. Sus habilidades ha ayudado a crear escuelas en toda Nueva Inglaterra y su sensibilidad con el contexto corresponde con su humildad como persona:
No debemos olvidar lo importante que es este trabajo y el impacto que tiene en cada comunidad en la que trabajamos. Incluso el proyecto más pequeño es una oportunidad para hacer de algo ordinario, algo extraordinario. Pienso en la arquitectura todo el tiempo, especialmente durante mis paseos por la mañana en el parque.
Aunque Robert A.M. Stern puede estar entre los nombres más famosos en el campo, el ex decano de arquitectura de Yale tiene una perspectiva crítica. Su empresa con sede en la ciudad de Nueva York, mantiene una presencia continua en New Haven, los pensamientos de Stern sobre la arquitectura se extienden a la cultura en general:
Son tiempos difíciles pero interesantes para la profesión, ya que la antigua autoridad de los objetos construidos es desafiada por el inmenso poder imaginario de los medios electrónicos. De esta forma, algunos arquitectos encuentran tan convincente que están preparados para derrocar la arquitectura tal como la conocemos. Aunque este momento histórico demande nuevas soluciones, la arquitectura tiene la obligación de ver más allá de su propio tiempo. Será una lástima que sucumbamos al canto de la sirena para darnos cuenta de que hemos cambiado una arquitectura física sólida y vacía por un mundo ilusorio de humo, espejos y niebla. Los y las arquitectas deberían dejar de preocuparse por la autoexpresión y el espíritu de la época. Esto conlleva a una obsesión cíclica por decir las cosas de manera diferente, en lugar de decirlas de manera clara o significativa.
Es fácil alabar a los que se han ido, pero estos tres arquitectos, y muchos, muchos más, todavía están en plena fuerza de creación e influencia. Sus perspectivas sobre cómo está cambiando el mundo y cómo la arquitectura puede enfrentar esos cambios son invaluables. Deberíamos invertir menos tiempo alabando el pasado y más tiempo mirando el presente, pero sobre todo el futuro.
