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Arquitectos: Javier Senosiain
- Área: 178 m²
- Año: 1984
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La idea embrionaria del proyecto tomaba su símil de una cáscara de cacahuate: dos amplios espacios ovales con mucha luz, unidos por un espacio en penumbras bajo y estrecho. Esta propuesta surgió con base en los requerimientos de las funciones elementales del hombre: un espacio para convivir, con estancia, comedor y cocina y otro para dormir, con vestidor y baño. El concepto primigenio se define en dos grandes espacios: uno diurno y otro nocturno, buscando la sensación de que en el interior la persona se adentrara en la tierra, que fuese consciente de la singularidad de este espacio sin perder la integración con las áreas verdes del exterior.
En el proceso de construcción se requería conseguir la continuidad que marcaba el diseño. Para ello se utilizó un material moldeable que permitiría un juego similar al de la plastilina en las maquetas. Aunado a este requisito de plasticidad, era evidente que al tratarse de una casa, el material debía cumplir con requerimientos que lo llevaran más allá de la masa escultórica. La pesquisa se inició y al poco tiempo no quedaba la menor duda: el ferrocemento era la respuesta adecuada. Se empezó a colocar el armado del ferrocemento sobre la plantilla que parecía una pista para patinetas, conformando la envolvente con un esqueleto metálico, en el cual las varillas se dispusieron en forma de anillos, cambiando la altura de acuerdo con el espacio. A continuación, las varillas se fueron enrollando en espiral. Al término del armazón se fijaron dos mallas de gallinero trenzadas entre sí, para después lanzar el concreto. Después, la cubierta se revistió con una capa de ¾ de pulgada de poliuretano espreado, que sirve como aislante e impermeabilizante.
La tierra y el pasto protegen la membrana del sol, del viento, del granizo y del ciclo húmedo-seco; evitando las dilataciones y contracciones causantes de fisuras y por consiguiente de humedad. La duna verde es la envolvente del volumen interior que es casi invisible. Desde el exterior sólo vemos pasto, arbustos, árboles y flores. Caminar sobre el jardín es caminar sobre el techo mismo de la casa sin darse cuenta.
Al contrario de lo que pudiera pensarse esta casa semi-enterrada resultó más iluminada y soleada que una casa convencional. En este tipo de vivienda las ventanas pueden dirigirse hacia cualquier orientación y los domos permiten la entrada de la luz y del sol desde arriba. La ventilación se facilita gracias a las formas aerodinámicas de la morada que permiten la libre circulación del aire.
Originalmente publicado el 04 de Diciembre, 2018