No es común hablar ampliamente sobre estas ideas en arquitectura, aunque más de una vez hayamos recaído en ellas. Diagnóstico, felicidad, rehabilitación, vacío, tristeza, miedo, salud, paciente, salvar…palabras que se repiten una y otra vez integrándose de forma cada vez más coherente conforme lo vas leyendo, y se va transformando en un discurso que nos convence de estas utopías arquitectónicas. No se trata de quiénes están detrás de esta propuesta, más bien se trata de qué logran para la arquitectura y la sociedad, a través de esta unión multidisciplinaria que se consigue desde sus distintos enfoques –sea desde la filosofía, la escultura, la ilustración–, todos medicina para el alma. En el fondo, son una crítica con el mejor estado de ánimo de los años 50.
En estos proyectos convergen diálogos de espacio y tiempo: que el edificio pueda trasladarse de lugar, que su atmósfera pueda evocar otra época. Una filosofía basada en curar las ciudades a través del desapego y la felicidad. Ningún edificio le pertenece a un territorio del todo, ningún espíritu es inherente a una época en sí. Como sus proyectos escultóricos, uno nace en Nueva York, otro se queda en Perú y otro termina en Brasil. Con la feliz estética cincuentera que pretenden traer de vuelta y viralizar en la expresión de sus ilustraciones contemporáneas. Aquí les presentamos el discurso de DAD y tres proyectos que ponen en práctica sus principios.
No se diga más, pues felizmente nos lo cuentan a detalle.
Descripción por el equipo.
¿Qué es DAD? ¿Por qué surge?
La pregunta importante no es qué es DAD sino por qué surge y precisamente en un momento como este, en que la arquitectura más difundida no es la reflexiva, la crítica o que obedece a un diagnóstico (de ahí nuestro nombre) de la sociedad, sino que es producto de fuerzas exógenas a la naturaleza misma del proyecto, como el comercio, el capital, o la plusvalía (sin contar la estética, cuyo ejercicio ha sido reemplazado por el preciosismo de la hiperrealidad).
DAD (Department of Architecture Diagnosis) nace entonces de una conversación en un café cerca del High-Line de Nueva York, en el año 2014, entre 3 Arquitectos, uno de ellos con intereses en la Medicina y la Filosofía, otro en la Escultura y el trabajo hecho a mano, y el otro en la Ilustración y las utopías de los años 60. Ninguno más distinto que el otro y sin embargo, todos estábamos involucrados con un tema en común: creíamos que la arquitectura se había perdido entre la posguerra y la posmodernidad y que había que rescatar algo muy importante: la belleza entendiéndose esta no como la frivolidad de las formas sino como hedonismo filosófico, higiénico, intelectual.
Cuando ser feliz era un objetivo lícito, no un cinismo producto del postcapitalismo. Cuando fumar no era tabaquismo, cuando el café no era descafeinado, cuando una copa era una copa y no un escape. Cuando todo era más auténtico y cuando la gente se preocupaba menos, vivía más despacio entre factores de mayor riesgo y sin embargo vivía más. Y más felices. Cuando las sociedades querían ser felices y los medios no propagaban el miedo como sistema de control.
Vimos que la Arquitectura ya no producía Utopías precisamente por eso. La Arquitectura también tiene miedo. Miedo a ser feliz, a expresarse, a no estar a la moda, a recoger sus mejores voluntades o ejemplos del pasado, a parecer antigua o “moderna”.
Hicimos un gran análisis y nos dimos cuenta de que habíamos construido un pequeño laboratorio de ideas. Pequeño pero potente. Y por eso le llamamos DAD. De ahí la idea de “hacer” proyectos no fue tan importante como “plantearlos”, primero con “ilustraciones” con ideas que reflejaran un “espíritu” un estado de ánimo o la potencia de un advertising que en su momento representaba todo lo apetecible.
Al principio no sabíamos de qué se trataba hasta que, viendo las revistas “Selecciones” de los años 40, “Architectural Digest” o DOMUS de los años 50’s (una revista muy naife), o viendo propaganda limeña de los años 60 nos dimos cuenta de que no sólo la gente quería ser feliz, sino que la Arquitectura también.
Y decidimos que ese espíritu de la época sería el que nos guiaría, el que se convertiría en nuestra línea de trabajo. Ser feliz puede ser un “lenguaje” también.
UTOPÍA
De ahí a la Ilusión de La Modernidad hubo un sólo paso. Por lo que decidimos tratar de ubicar ciertos terrenos (en Lima, Manhattan, Canadá y Miami) que fueran capaces de soportar una Utopía enorme, lo suficientemente grande como para que cupiera nuestra “felicidad”.
Finalmente fue más fácil encontrarlos en Perú (las Utopías son más viables en los países en donde aún hay temas por resolverse) y de ahí nacieron tres proyectos muy interesantes:
Primero estuvo la Residencial San Felipe 2 que nació como fruto de un exceso de entusiasmo y que fue periódicamente cambiando hasta llegar a convertirse en el experimento de convertir una ciudad en una comunidad y viceversa. Posteriormente ganamos un concurso para una torre en Manhattan para el grupo Trump (somos científicos sociales y no empresarios, así que nos guardamos la vergüenza para mejores oportunidades) y al no prosperar el encargo surgió la idea de trasplantarla literalmente a la mejor esquina del Lima Golf Club de San Isidro y funcionó perfecto. Incluso fue mucho más feliz por las posibilidades de nuestro benigno clima. Finalmente, el Edificio que más nos costó diseñar (por la calidad del encargo) fue uno que precisamente representaba la época más feliz de nuestra Modernidad Peruana: el Edificio Multifamiliar del Balneario de Ancón de los Años 50. Este fue un reto sobre todo por la intersección de ideas que significaba combinar lo “típico” (el edificio modernista de herencia brasilera) con la idea de lo “único”: esta bahía antiquísima ubicada entre dunas, cerros color oro y un mar muy manso y con muy poca arena.
El futuro de todos estos proyectos es incierto -salvo el de Le Blond en Copacabana (antes en Ancón) que, reciclándose maravillosamente gracias al entusiasmo de un empresario hotelero, se comenzará a construir el próximo año- sin embargo, nos gusta lo que hemos experimentado como filósofos, ilustradores y escultores. Es decir que:
hemos tratado de crear una suerte de Taller de La felicidad en el cual lo importante es mucho más “el proceso” que el producto final.
Y esto nos parece importante como una lección para los Arquitectos jóvenes que quieren sólo ver su obra construida. Quizá ser feliz sea un proceso y no una foto en la revista de moda. Quizá eso le quite la frivolidad y le ponga la alegría. Por ello nuestras ilustraciones nos preceden, por ello nuestras imágenes representan proyectos actuales, pero épocas que indudablemente fueron tan felices que la modernidad no sólo era una Utopía sino una realidad plausible, factible y palpable.
ÍCONOS
En DAD no tratamos de crear íconos. Sólo intentamos crear un proyecto que cumpla con un diagnóstico claro.
Como tratar de salvar a un paciente y curarlo, así tratamos a las ciudades. Pero como creemos en las Utopías vamos un paso más allá y queremos hacerlo sano.
Que al final haya una sonrisa en su rostro, un atisbo de felicidad, algo por lo que la ciudad se pueda sentir mejor. Por ello nuestras ilustraciones son como una profecía autocumplida de lo que queremos hacer. No son tomas de partido, no. No creemos en las tomas de partido, sino en la espontaneidad de los análisis varios, como maneras de descartar parásitos, virus, anemias, etc. Queremos desterrar todo lo que pueda hacer mal y de ahí quizá salgan los colores, los lugares escondidos o las piscinas. Creemos en la higiene como metáfora, pero no creemos en la metáfora como la generadora del proyecto. En cambio, si nos gusta la escultura, los elementos irruptivos, el monumento que no trata de serlo si no es para generar un espacio de entendimiento del lugar. El Monumento es sólo un cambio de escala innecesario: es una sobredosis de antibióticos, es matar moscas con cañones.
LA SEGUNDA OPINIÓN
El Reciclar es algo que nos ha tocado hacer, no algo que hemos elegido.
Aparentemente en un mundo globalizado un edificio puede repentinamente saltar de un espacio mental -y físico- a otro. Como un paciente revitalizado, que decide andar y pasar en muy mal estado de una clínica y establecerse luego en otro hospital para ser tratado – o reciclado- un proyecto puede perfectamente pertenecer a otro lugar, a otro tratamiento, calificar para una “segunda opinión”.
Como las ciudades invisibles de Italo Calvino, todos los proyectos flotan en una única “nube” prosaica, sin metáfora -como la modernidad- quizá exigiendo su propio sitio, su propio ideal de salud con miles método por “descargarse”, entenderse: diagnosticarse. De este modo es que logramos desmontar la idea de ICONO como única solución (el edificio que viene a salvar y a definir un “espacio sagrado” o a generar un logos, un hito, un espacio fundacional). Quizá el mito de Sisifo también existe en la Arquitectura y sólo somos Médicos que salvan pacientes una y otra vez (sólo para volverlos a perder), que curan partes de cuerpos, que reconstituimos huesos, que advertimos problemas y los reparamos antes que estos se manifiesten, que diagnosticamos y recetamos (un edificio es eso: la receta de un Arquitecto) pero quizá al final, al salvar al paciente logramos que ese organismo viva. Pero en otro lugar, en otro ambiente, en uno más acorde o saludable con él. Quizá por ello un Arquitecto se parezca más a un Doctor antes que a un intelectual o a un ingeniero social.
Quizá sólo estamos salvando partes rotas, a través de diagnósticos parciales, descargando siempre lo poco que sabemos y enyesando huesos, curando heridas, construyendo cicatrices lo más hermosas posibles. Nada más.
En ese sentido nos sentimos más como discípulos del Dr. House, una serie cínica pero científica del milenio; pero con la felicidad del Dr. Kildare (una serie ingenua pero estéticamente moderna de los 50’s).
3 PROYECTOS: del Perú al mundo (y viceversa)
COMPLEJO RESIDENCIAL EN SAN FELIPE 2
Ubicación: Esquina de Pershing con Punta del Este, Jesús María, Lima
Altura máxima: Edificio multifamiliar de 100 metros
Actividades: Uso Mixto. -Hotel de 200 habitaciones / 80 viviendas de 200 mts2 / 100 viviendas de 150 mts2 / 100 viviendas de 80 mts2 / 200 viviendas de 60 mts2 / Iglesia / Centro Comercial Vecinal / Guardería, Nido y Colegio / 20 Townhouses de 400 mts2 / Gimnasio, sauna y club privado / Food Court / Parque Interior / Plazas aéreas
Área Total: 180,000 mts2
Esta es una comisión que nos fue entregada por la Fuerza Aérea Peruana que tuvo un gran espacio en el medio de la ciudad donde se desarrolló en 1970 un proyecto de vivienda de muy baja densidad para suboficiales, mirando hacia las legendarias "Torres de San Felipe", (un icónico proyecto desarrollado por el Arquitecto/presidente Fernando Beláunde Terry, pero con un renacimiento arquitectónico que fue un hito y de gran influencia para la arquitectura peruana en los años 50 y hasta la fecha).
Así que decidimos seguir la misma estructura: construir una ciudad dentro de la ciudad, construir una nueva utopía: un complejo que pudiera resolver su propio problema y brindar soluciones a gran escala, pero manteniendo la pequeña escala, la peatonal, la doméstica: la humana que nos ayuda a vivir con los demás.
En este sentido, era una paradoja, ya que tenemos edificios de 100 metros de altura y casas adosadas, además de una enorme capilla en forma de lágrima, un hotel, múltiples parques y terrazas; todo en el mismo espacio, para las mismas personas y para diferentes personas, pero en el mismo territorio. Así que decidimos construir esta paradoja, este oxímoron como una "Topografía Urbana", con un gran high-line de Manhattan que recorre todo el complejo, creando una vida superior para los niños, así como una vida de paisaje para los ancianos o el peatón que pasa, pero que quiere disfrutar de la vida dentro de nuestro complejo como un vecino que no necesita salir de un espacio tipo “quinta” para poder resolver su vida. Y poder además saludar y reconocer a la gente que va viendo todos los días ahí.
De esta manera, volvimos -poéticamente- a los años 50, a esa vida lenta que satisface el slow living, a utilizar el auto sólo para distancias cortas, no para perderse en la ciudad caótica sino para dejarlo adentro de la cochera, escondido, quizá aburrido de no salir nunca.
Esta, una ciudad que no lo parece, una topografía que no termina, un lego que se arma y desarma. Es una escultura brutalista monumental al mismo tiempo que de ladrillos doméstica, pero al mismo tiempo de enormes pretensiones, como quiso ser San Felipe 1, con sus parque y jardines, con sus sombras y paseos sombreados, con sus calles aéreas y avenidas de pequeña, media y gran escala. Todo dentro de un pequeño universo. Es como vivir en un centro médico: siempre estarás a salvo tanto física, amical como espiritualmente.
TORRE FRENTE AL GOLF
Ubicación: Esquina de Pezet y San Gabriel, San Isidro Lima (originalmente Park Avenue, Manhattan, NY)
Altura máxima: 300 metros
Actividades: Uso Mixto. Del 1er al Nivel 25: Hotel 5 estrellas / Del Nivel 26 al 50: Vivienda de Lujo / Del Nivel 51 al Nivel 60: Parque Aéreo / Del Nivel 61 al Nivel 90: Oficinas / Del Nivel 90 al Nivel 100: Club- Restorán-Piscina Aérea-Helipuerto
Área Total: 91,440 mts2
Una torre para un edificio residencial, hotel y oficinas frente a Central Park / Golf Court, Lima, Perú.
Permítanme explicarnos. “Thia” era inicialmente una comisión en Nueva York frente a Central Park, Manhattan, en una propiedad de Trump, en Park Avenue. Es por eso por lo que el edificio tiene una marca TRUMP (no nos gusta en absoluto el logo, así que lo colocamos en el punto de aterrizaje del helicóptero).
Era un edificio complicadísimo no sólo por las regulaciones de Nueva York, la importancia del encargo, la posibilidad de construir 4 frentes en uno de los lugares más paradigmáticos del mundo sino que además era un edificio que nos permitió creer que podíamos “curar” a Manhattan de su propio “manhattanismo”, es decir, crear una torre en la cual lográramos hacer subir todo el esplendor del Central Park y hacerlo vertical, creando un “central Square” en el centro de modo que los propietarios/socios/usuarios pudieran descender al punto medio del edificio y gozar de un jardín suspendido en el aire, de un “Central Park” flotante.
Y lo logramos, logramos convencer al paciente de que era posible, que necesitaba una buena dosis de aire puro, vegetación y paseos intercalados durante el día sin necesariamente bajar al parque.
Era nuestra “unidad de Habitación” pero de verdad, un gran Hospital que incluía gente de todo tipo, desde enfermos de estrés, de frivolidad hasta extranjeros en busca de un reconocimientos (no todas las enfermedades son físicas: también las hay sociales).
Sin embargo, los socios cambian, el mundo cambia (como las enfermedades que a veces se convierten en soluciones virales para las fiebres o las fiebres que curan enfermedades) y un inversor peruano estaba interesado en ubicarse en un sitio de mismas dimensiones frente al Lima Golf Club, transgrediendo – o por lo menos intentando- convencer a la administración del distrito que esa esquina era no sólo factible, sino que era absolutamente posible. Así que hicimos algunos arreglos de reciclaje y ¡voilá! el proyecto se ajustó prácticamente en unos pocos meses. Estamos esperando en este momento algunos cambios en las regulaciones del gobierno local para poder hacer los planes finales.
EDIFICIO EN LA BAHÍA DE ANCÓN
Ubicación: Playa LeBlond, Copacabana (originalmente “Playa Hermosa”, Bahía de Ancón)
Altura máxima: 13 niveles
Actividades: Edificio Multifamiliar
Área Total: 23 departamentos de 150 metros a 180 metros cuadrados
Este edificio fue inicialmente concebido para el balneario de Ancón, en Lima, Perú.
Como suele ocurrir con muchos encargos el inicio del proyecto fue recibido por nosotros con mucho entusiasmo y con ganas de crear un edificio que lograra combinar ambos extremos de la modernidad y de la posmodernidad. Era como hacer convivir a los conservadores con los libertinos. A Sade con Diderot. A Camus con De Gaulle. Pero sobre todo era tratar de hacer convivir a un sentido parasitario de la Modernidad impostada (la que llegó y formó una gran pared frontal frente al mar, tapando a todos las quintas y “ranchos” que habían habitado la parte posterior del Malecón que recorría toda la bahía, con la topografía, con el Casino Náutico: es decir con diferentes tipos de soluciones.
Era un paciente que había sido sometido a múltiples tratamientos y sin embargo jamás había sido reparado en su integridad. Necesitaba una rehabilitación. Pero no sólo física sino también mental.
Esa parte nos gusta mucho porque como filósofos, psicoterapeutas, escultores e ilustradores, nuestros puntos de vista diferían muchísimo. Pero todos teníamos una causa en común: salvar al paciente, que en este caso era este terreno irregular, rocoso, tristemente remanente de muchas particiones, casi abandonado y profundamente triste.
La alegría era entonces no sólo una consigna sino una misión que un buen diagnóstico debía resolver.
Empezamos entonces por proponer dos tratamientos aparentemente contradictorios pero que trataron de salvar el vacío del lugar: por un lado, la pared del edificio moderno (acristalada y vertical) y por otro lado la escultura brutalista que iba trepanando la topografía menos empinada del territorio. Finalmente nos dimos cuenta de que, apretadamente todos convergían en un quicio: en una suerte de tambor donde podíamos instalar la circulación y que permitía resolver el uso de los dos tratamientos: los fuertes antibióticos de la Modernidad y por otro la antigua medicina tradicional de suave espectro.
Lamentablemente la construcción no se concretó, sin embargo, el proyecto en sí mismo sí sobrevivió. Como el proyecto originalmente intentó combinar dos órdenes que fluyen en el universo paralelo de Copacabana pero a pequeña escala, a alguien le pareció que habíamos hecho algo interesante. Y como resultado de esto, recibimos una llamada de Brasil, Río de Janeiro, donde un desarrollador vio nuestro edificio gracias a uno de nuestros socios. Quiso saber si podíamos repetir esa experiencia (el mismo idioma, el mismo estilo, la misma proporción y el mismo color para un hotel en su país). Inmediatamente comenzamos a reciclarlo para ver si encajaba en el nuevo terreno y pudimos hacerlo más o menos bien (para comenzar el terrazo del piso de Ancón era una replica a pequeña escala del de Copacabana). Es uno de esos casos en los que, como Koolhaas dijo, las ideas no se pierden, solo se reubican (como el Auditorio de Oporto) y así que lo que iba a ser un maravilloso edificio de viviendas probablemente se convierta en un hermoso hotel el año que viene con vistas a La Bahía de Leblond en Rio de Janeiro.