Después de compartir un tiempo en tierras egipcias me es imposible recordarlo sin la omnipresencia del río Nilo. Desde el aire ya se muestra y de alguna manera marca un recorrido en el país: sobre el gran delta del Nilo están situadas las ciudades de El Cairo y Alejandría, tiene una longitud de 6.853 kilómetros siendo el segundo río más largo del mundo, tras el Amazonas.
Nasser Bayumi, mi amigo en el Cairo, logró embarcarme en la noche a un bus local hacia Luxor. Tardamos mucho en encontrar la estación, pues esa zona de la ciudad es particularmente confusa para el tráfico. Antes de embarcar en el bus, tuve la oportunidad de caminar por un gran puente que salta el Nilo y cose al Cairo. En esta corta caminata nocturna uno podría sentirse no tan lejos de casa al ver la publicidad global: Messi en su gran partido de fútbol o la canción Despacito y su “cantante” presentando su “show” el fin de semana, o el río Nilo lleno de luces invitando a ser navegado en sus barcazas turísticas.
Casi atrasado, pero ya en el bus, sentí nuevamente lo lejos de casa que me encontraba, pues incluso los números de los asientos estaban en lengua árabe, pero al mismo tiempo también me sentí cerca de casa puesto que al ser un bus popular tenía similares características a los de un transporte ecuatoriano, es decir, mucha gente, asientos sobrevendidos, vendedores, charlatanes y paradas a cada cuadra.
El viaje toma siete horas, sin embargo fueron aproximadamente diez, debido a un par de problemas mecánicos y a una manifestación que no nos permitió entrar al centro de Luxor para llegar a la estación. Ya por la mañana, después de una noche larga, y aún en el bus también comprendo otro de los motivos del retraso: las paradas —al igual que en Latinoamérica— son constantes e indefinidas, lo que hace que el recorrido sea muy rico, muy caluroso y muy lento. Cada parada coincide con un puente que salta uno de los brazos artificiales para que el Nilo alimente las distintas localidades. Todo lo circundante al Nilo y sus canales es verde, muy verde y cultivado, pero más allá de unos diez a quince metros de este perímetro todo es desierto.
Imhotep, el polímata
En una inscripción encontrada en el templo de Karnak dice:
Te saludo querida divinidad ¡Imhotep, hijo de Ptah! Los hombres te aplauden y las mujeres te adoran. Todos exaltan tu bondad para que les cures. Te traen ofrendas y regalos. Te profieren alabanzas. Que ingieras cerveza con tus hermanos los viejos dioses, y alimenta luego a los espíritus rectos
Allí se encuentran registros de un personaje fascinante, Imhotep —"el que viene en paz"— un erudito egipcio que merece ser considerado un verdadero "hombre del renacimiento", un arquetipo histórico de polimatía: sabio, médico, astrónomo, y el primer ingeniero y arquitecto conocido en la historia (aprox. 2690 - 2610 antes de nuestra era). Se decía de él que era un enviado de los dioses y poseía contacto directo con ellos. Es un tiempo en donde magia, medicina, astronomía, astrología, filosofía y arquitectura, eran vistas, como deberían ser, vertientes de una misma fuente.
Luxor, una población egipcia edificada sobre las ruinas de la ciudad de Tebas, capital del Imperio Nuevo del Antiguo Egipto, está situada en la ribera oriental del río. Es la primera parada Nilo abajo en bote. Visitas obligadas son las necrópolis del Valle de los Reyes, el Valle de las Reinas, los templos de Luxor y Karnak y los colosos de Memmon, dos estatuas gemelas que representan a Amenhotep III.
Estos son los primeros impactos de la escala monumental: a cada paso hay arqueología y, más aún, a cada paso hay arqueología viva. En el templo de Karnak se ve el sincretismo y el paso del tiempo, pues este asimila una mezquita que dialoga y comparte espacio y simbolismo, llama la atención esa convivencia de formas, que no estoy seguro si es por conveniencia de vida, pero una mezquita dentro del templo dice mucho. El calor sobrepasa los cincuenta grados centígrados, sin embargo cualquier momento bajo la sombra y cerca del Nilo amaina la fuerte temperatura.
Después de un día al sol ya a bordo del barco que va río abajo se siente que la navegación por el Nilo y su delta es siempre apacible, lenta, profunda como que si cargarse todo el peso de su historia.
A veces el atardecer es rojo, a veces gris, a veces verde. Mi ignorancia sobre cómo se producen esos cambios cromático-dramáticos se convierten en la magia del Nilo. Cada atardecer es único. Las visiones y espejismos son mágicos y desconcertantes, muchas veces sentimos acercarnos a tierra pero por el calor y el reflejo del agua es solamente una imagen de lejanía.
Si bien el turismo no es tan intenso como hace una década, sobrevive, y una muestra de ello son sus dromedarios, que desde la barca se los ve en su nuevo rol: transportar turistas solamente, pues no son más transporte de carga ni aun siquiera en zonas populares y rurales. Un dromedario, como me comentó Nasser, es una inversión; sano, bien cuidado y administrado podría ser sustento de una familia de doce personas, esas huellas de las caravanas de turistas en el horizonte acompañan nuestro navegar.
Las fellucas, embarcaciones a vela, si bien son parte de la vida diaria de los pescadores, por unas buenas décadas antes de la primavera árabe, se posicionaron como el emblema de transporte turístico del Nilo, ahora la imponencia de sus velas izadas al aire contrastan con las muchas gigantes construcciones que en su momento serían infraestructuras turísticas pero ahora son estructuras abandonadas en su proceso de construcción.
Durante una de las jornadas de navegación en felluca, es posible nadar en el río, sin embargo siempre asiste a la memoria las imágenes de Ko Mombo en donde el sagrado caimán acecha a cada brazada.
El agua del Nilo es fresca, delicada, y se siente casi hasta una premura por beberla, todos los habitantes lo hacen y no se lo siente contaminado por lo menos en este sector. De hecho, debido al calor, y por mandato Islámico de proveer de bebida al sediento, cada casa de los pueblos tiene un botellón de agua o una vasija de barro cocido grande llena de agua del grifo, que es bebible en todo Egipto. Sin embargo, en estos lugares generalmente es filtrada directamente del Nilo. Aprovecho de abastecerme de su frescura, pues en puerto el agua duplica su valor y en el barco se quintuplica, y si bien esto suena escandaloso, no lo es tanto, pues su valor por una botella grande no rebasa, en el peor de los casos, a un dólar.
Río abajo cada ciudad es mágica, por decir lo menos, posiblemente por lo alejados culturalmente que somos, se mezclan taxis, transporte público, carretas jaladas por caballos, dromedarios, turistas, habitantes, deambulantes, todo dentro de un halo de curiosidad y respeto hacia lo que no comprendemos por ajeno. En el templo de Edfu, dedicado al dios Horus, miro y con esperanza participo de esos ritos paganos que han sobrevivido a sus devaneos históricos: dar ocho vueltas alrededor del dios escarabajo para regresar al complementa mística. Las noches son animadas y debido al calor las calles y mercados son mucho más que eso, es el punto de encuentro, descanso, chisme e intercambio de todo tipo.
Más acá de la magia y camino a Aswan en auto mientras más nos alejamos del río el inmenso desierto frontera con Sudán hacia el sur es implacable y lo consume todo. Al momento de la construcción de la represa de Aswan se inundó todo un valle y con esto mucho del patrimonio quedó bajo agua. La comunidad arqueológica advirtió de numerosos monumentos antiguos quedarían sumergidos y la UNESCO patrocinó una operación de rescate que permitió la localización, desmontado y traslado a zonas más elevadas, ejemplo de esto es el Templo de Abu Simbel. Cuando dialogaba con Nasser, y le preguntaba sobre la represa de Aswan mencionó rotundamente, “en vez de esperar las inundaciones la represa nos dio Nilo para todo el año”. El lago artificial Nasser, cuyo nombre coincide con el de mi amigo, cubrió la mayor parte de la Baja Nubia y obligó al traslado de noventa mil personas: el pueblo Nubio.
El pueblo Nubio, que en parte fue reubicado, se siente más “africano”, nos inunda el color, sonidos, y sabores más floridos que la monocromía del desierto. Incluso las mezquitas son coloridas y hacen que la luz del desierto explote en contraste. Se dice que Nefertity era Nubia, hermosa y seductora, tanto así que Ramses la prefería y consentía en todo dada la dependencia que hacia ella sentía.
Así del Nilo al desierto, cuatro intensos días desembocan en el pequeño aeropuerto de Aswan y tal como empezamos mirando el gran delta desde el aire vemos como el gran rio Nilo coloniza el desierto con un verdor intenso, sabroso, nutritivo.
Agradecimientos a Nasser Bayumi por la amistad y el apoyo en todo Egipto.
Enrique Villacís Tapia, es parte de ENSUSITIO y profesor de la FADA-PUCE y la UTI-Quito