La receta urbana de la Barcelona Supermodelo, según Alessandro Scarnato

Un reciente ránking internacional declaró a Barcelona la octava mejor ciudad del mundo. Claro: Gaudí, el barrio gótico, la Rambla, los bares y las playas. Nos puede parecer obvio, pero si pudiéramos viajar a la Barcelona de mediados del siglo XIX, nos encontraríamos con un puerto decadente y una ciudad hacinada, tensionada y aún humillada por el cerco impuesto por Felipe V tras la Guerra de Sucesión en 1714. Y si regresáramos tan solo a los años sesenta, el centro histórico de Barcelona bajo el franquismo seguía siendo un dolor de cabeza para vecinos y autoridades, que debían lidiar con el deterioro, las drogas, la prostitución y la delincuencia. Entonces, ¿en qué momento todo cambió?

Alessandro Scarnato, arquitecto por la Universidad de Florencia, convirtió su tesis doctoral en la Universitat Politècnica de Catalunya en un libro: Barcelona Supermodelo (Comanegra, 2016), publicación ganadora del premio Ciutat de Barcelona 2016 en la categoría de Historia, y que relata el maridaje entre autoridades, asociaciones vecinales y arquitectos sin prejuicios, durante la Barcelona post franquista para convertir la urbe en una súper ciudad, en un "supermodelo", como dice Scarnato.

Con motivo de su publicación, entrevistamos a su autor, quien aborda tópicos como la resistencia política, el patrimonio, los cálculos políticos, los Juegos Olímpicos, y la mutación del arquitecto "sin príncipe" durante la dictadura de Franco a un personaje respetado intelectualmente en los años setenta hasta el surgimiento de los starchitects de los años noventa. Todo esto cruzado por un Plan Cerdà que abraza 150 años de historia de Barcelona. "Hasta los años 90 era fácil encontrar habitantes del centro histórico que cuando hablaban de su barrio hacían referencia a la reforma que se hará y se referían a las mismas operaciones esbozadas en el plan Cerdà", comenta Scarnato.

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Nicolás Valencia (NV): En un comienzo cuentas que en la Barcelona de comienzos del siglo XIX existía una tensión social producto del hacinamiento, la insalubridad y la sumisión al poder central. Este escenario a la burguesía no le acomodaba, y al contrario de lo que se piensa, planteas que Ildefons Cerdà “nunca expresó una empatía especial por las clases populares”. ¿Cuál era el interés de la burguesía en el plan Cerdà?

Alessandro Scarnato (AS): Toda Europa en aquel periodo miraba a sus cascos antiguos como algo obsoleto —en el mejor de los casos— si no directamente peligroso, tanto en el aspecto social como de insalubridad. Además se consideraba que en el porvenir permitido por los nuevos medios de producción industrial ya no hubiera encajado un panorama urbano muchas veces de matriz medieval. En el caso de Barcelona se añadía una componente política debida al prolongado estatus de plaza fuerte militar que perduró casi un siglo y medio y que agravió fenómenos no exclusivos de la Ciudad Condal.

En este sentido no diría que la burguesía tuviera un interés especial en el plan de Cerdà respecto a los demás planos contemporáneos para Barcelona. A la burguesía le hubiera gustado cualquier propuesta que permitiera la creación de un entorno urbano acorde a sus nuevas y ambiciosas expectativas sociales y económicas. De hecho, el proyecto de Cerdà vino finalmente impuesto por Madrid más que por instancia local.

Podríamos decir que pasó más bien lo contrario y fue el ingeniero el que se aprovechó muy bien de las circunstancias para intentar llevar a la realidad su visión urbanística, según la cual el problema de fondo del casco antiguo no era la situación global de sufrimiento del proletariado urbano, sino unas condiciones de vida resultantes de un mecanismo urbano anticuado.

Barcelona amurallada en 1806. Image © Dominio público

NV: Entre el plan Cerdà y los siguientes 150 años se suceden una serie de experimentos urbanísticos en Barcelona, coincidiendo con una época de “incandescencia política e impulsos revolucionarios”. ¿Por qué se da esa combinación en Barcelona?

AS: Eso se debe en buena medida a la combinación entre el control militar que Barcelona padece después de que acabe la Guerra de Sucesión en 1714 y las vastas posesiones eclesiásticas dentro de la ciudad. Ambos factores impiden un regular crecimiento urbano tanto fuera de las murallas como dentro. La presión residencial que se produce acaba convirtiendo la cuestión del espacio urbano en una constante de la vida local.

A partir de entonces, en la capital catalana toda acción y reacción de cualquier parte política se concreta en una alteración morfológica urbana. Toda rebelión, todo motín, altera violenta y profundamente el aspecto de la ciudad y, especularmente, todo plano, toda decisión administrativa importante se vertebra en torno a un proyecto urbanístico, a menudo contundente.

Cuando hablo en el libro, de ciudad “maleable” (pese a ser compacta, como la define Joan Busquets) me refiero exactamente a ese lapso de tiempo tan distintivo de Barcelona como work-in-progress perenne que, de alguna forma, todavía guarda energía para disipar de aquel momento a mediados del siglo XIX en el que, derribando murallas y quemando conventos, tuvo la ilusión de reapropiarse de su espacio urbano.

Ildefons Cerdà i Sunyer - Museu d'Historia de la Ciutat, Barcelona. Dominio público. ImagePlan Cerdà (1858)

NV: Luego la demolición de la Vía Laietana a comienzos del siglo XX motivó la creación de un primer servicio municipal de patrimonio y los bombardeos de la Guerra Civil dañaron gravemente la ciudad. Sin embargo, la opinión pública no exigía tomar cartas en el asunto. ¿Cuándo Barcelona toma realmente conciencia de su patrimonio?

AS: Los derribos de la Vía Laietana fueron bestiales pero es verdad que la cuestión patrimonial tardó en alcanzar dignidad de argumento de debate ciudadano. Todo cambia durante la estación de las llamadas “aperturas” de Franco hacia finales de los años 50: la dictadura entiende que tiene que dejar espacios concretos para que la sociedad desahogue la presión provocada por un control totalitario y de inmediato algunos temas se convierten en una ocasión indirecta para oponerse al régimen.

Si miramos al patrimonio, vemos que la gestión pública generalmente lamentable y la barra libre de la que gozaban los especuladores dieron lugares a tantas amenazas y destrucciones de toda clase de monumentos que resultó natural elegir este aspecto como uno de los más importantes para mantener el pulso a la dictadura.

Italian Airforce, Dominio Público. ImageFotografía del bombardeo aéreo de Barcelona el 17 de marzo de 1938, vista desde un bombardero italiano.

NV: Mientras los partidos políticos fueron prohibidos durante la dictadura de Franco, la creación de las asociaciones de vecinos ayudaron a dar “un paso adelante en el terreno de la cultura arquitectónica”. ¿Cuál fue su rol?

AS: En la dinámica que he descrito anteriormente, el patrimonio representó la sinapsis necesaria para que la oposición más ilustrada —decimos— pudiera conectar con las clases populares representadas en las asociaciones de vecinos. Gracias a un tema técnico y aparentemente neutral como la protección de aquellos edificios históricos amenazados por la piqueta, se pudo dar voz a muchas críticas contra el régimen.

Pienso en un escritor como Manuel Vázquez Montalbán y sus artículos muy duros en CAU, la revista de los aparejadores, sobre temas patrimoniales. Podría decirse que la conciencia de clase encontró en el patrimonio un elemento formidable para reformularse como fuerza política activa especialmente a lo largo de los años 70. No fue el único elemento pero creo que fue uno de los que más ayudó en Barcelona a compactar amplios sectores contrarios al régimen. Tampoco debemos olvidar que los vecinos eran los que más sufrían las deficiencias infraestructurales de la España franquista y ellos bien sabían qué era lo que los arquitectos tenían que hacer para obviar esas deficiencias.

NV: ¿Qué explica el constante abandono del centro de Barcelona desde la respuesta higienista del siglo XIX hasta entrados los años noventa?

AS: Muchos factores contribuyeron a que el centro se degradara primero físicamente y luego socialmente, además de perder población. Un proceso así no se da únicamente en Barcelona pero solamente aquí tenemos un plan urbanístico —el de Cerdà— que aún sigue vigente. A pesar de sus muchas modificaciones, es siempre el plan Cerdà el que se perpetúa como matriz de todos los planos siguientes, hasta el último, el Plan General Metropolitano de 1976 en el que podemos encontrar la nítidas huellas de los bulevares cerdanianos.

Se trata de una planificación extremadamente contundente, cargada de previsiones de derribos, de expropiaciones, de rediseño total de enteros barrios. Una planificación así, vigente durante décadas y acompañada por una más bien escasa consideración para el tejido urbano antiguo y en mal estado, desanima cualquier rehabilitación por parte de la propiedad y genera casi fatalismo en muchos vecinos. Hasta bien entrados los años 90 aún era fácil encontrar habitantes del centro histórico que cuando hablaban de su barrio hacían referencia a la reforma “que se hará” y se referían a las mismas operaciones esbozadas en el plan Cerdà.

Hablar durante tanto tiempo de una reforma sin ejecutarla nunca pero sin anularla nunca, generó un típico proceso de “causación circular” (según la definición de Gunnar Myrdal) prácticamente sin salida. Este proceso se pudo romper solo cuando, llegada la democracia a España y Oriol Bohigas al Ayuntamiento de Barcelona, los alcaldes [Narcís] Serra y [Pasqual] Maragall tuvieron las condiciones políticas y técnicas para dar unos primeros pasos concretos para un replanteamiento de la planificación urbanística del centro histórico.

NV: Y luego de la alcaldía de Maragall, defines el periodo entre 1997 y 2004 como la transición arquitectónica de "la complejidad de un proyecto a la esencialidad de una imagen". ¿Cómo se define ese paso? 

AS: Esencialmente es un paso de un alcalde a otro. Antes de 1997, Maragall tuvo que estructurar la nueva Barcelona democrática tanto en sentido urbanístico como administrativo y económico, además de llevar a buen puerto la apuesta olímpica de 1992. No olvidemos que los tiempos de Maragall son de mutaciones históricas: se crea una Unión Europea que va a ser mucho más que la comunidad económica que existía hasta entonces; se crea el Euro, que entrará en círculo pocos años después; se disuelve el bloque soviético vislumbrando la posibilidad de un escenario mundial finalmente libre del espectro de la Guerra Fría (aunque no de guerras, como demuestra Yugoslavia); en los mismos años la tecnología informática entra de lleno en nuestras vidas con los ordenadores personales, la difusión de internet y la aceleración exponencial de la comunicación global.

Cuando, en 1997, Joan Clos llega a la alcaldía, todos estos factores ya están en pleno efecto. Además Barcelona ya no es una ciudad en redefinición de sí misma, sino todo un referente urbano y urbanístico mundial, ¡un modelo! Oportunidades y desafíos de ese nuevo escenario son más difíciles de definir, debido a su mayor complejidad pero también debido a que la capital catalana vive un momento de verdadero narcisismo, inmediatamente después del estrepitoso éxito olímpico. Si leemos y escuchamos las publicaciones y declaraciones en los medios de aquellos años por parte de técnicos, administradores y políticos, podemos apreciar claramente como el proyecto, o el Modelo, deja lugar a la imagen o, como digo en el libro, al Supermodelo.

Palau Sant Jordi y la Torre de telecomunicaciones de Montjuic, levantada con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992. Image © Um gaúcho na Catalunha

NV: Hay consenso sobre definir los Juegos Olímpicos de 1992 como el hito que marca un antes y un después urbanístico de Barcelona, pero planteas que las consecuencias del Fòrum en 2004 “fueron incluso más profundas, por la forma en la que Barcelona empezó a mirar su futuro y identidad". ¿Por qué?

AS: Porque el Fòrum 2004 se presentó como una repetición de la Olimpiada y su empuje urbano, pero en realidad fue un baño de realismo después del entusiasmo de 1992. De todo los controvertidos aspectos de aquel acontecimiento, el que más perplejidades generó fue la arquitectura, pero no en el sentido de una mala arquitectura, de malos proyectos.

La estrategia detrás de la transformación de aquel trozo de ciudad era muy distinta de la que había vertebrado las intervenciones barcelonesas entre los 80 y los 90: fue una estrategia muy business-friendly, como sugirió el trato con la multinacional Hynes, y los proyectos más importantes se diseñaron teniendo en cuenta su efecto hacia el exterior, hacia la finanza internacional y el turismo de masas, mientras que la Barcelona modélica había sido pensada, diseñada y realizada antes de todo para los vecinos.

Esta decepción cundió en la ciudadanía a todos los niveles y la inconsistencia del evento en sí no ayudó a evitar una sensación de engaño, comparada con la de idilio que había quedado tras el 92. Y sabemos que los engaños dejan huellas profundas.

Forum de las Culturas Barcelona, diseñado por Herzog & de Meuron con motivo del evento realizado en Barcelona en 2004. Image © JAG Studio

NV: Al momento de publicar este libro, no se vislumbraba que 2017 estaría marcado por el referéndum de independencia de Cataluña. Sin embargo, alcanzas a advertir que las primeras acciones del gobierno de Ada Colau son "más simbólicas que concretas", debido particularmente a la "indescifrable coyuntura política general". ¿El referéndum echó por tierra el municipalismo de Colau o simplemente lo invisibilizó?

AS: Efectivamente, conforme han avanzado los meses, el gobierno de Colau ha puesto en marcha —o ha intentado hacerlo— disposiciones más concretas de las que vimos inicialmente. Seguramente la política de actuar sobre la ciudad bajo criterios de sostenibilidad técnica, económica y social y de revisión de las medidas administrativas en lugar de lanzarse en nuevas obras faraónicas, ha ayudado a no quedarse atrapados más de lo estrictamente inevitable dentro del actual laberinto político catalán. Y, hay que decirlo, tampoco han faltado acciones importantes, como el plano de Superillas (Supermanzanas), los planes de recuperación de barrios antiguos o la gestión de las obras de la plaza de las Glòries.

No diría que el referéndum haya afectado la esencia del municipalismo, aunque ha llevado a terminar el pacto de gobierno con los socialistas. Más bien, se ha abierto la puerta a una reflexión, en mi opinión necesaria, sobre las dinámicas posibles entre municipalismo y gobiernos estatales y regionales. La actual situación catalana sigue indescifrable pero si algo está quedando claro es precisamente que la relación entre ciudad y territorio es un ámbito prioritario de acción política (y urbanística) y Colau, como alcaldesa de esta Barcelona ya no tanto Supermodelo, sabe bien que el derecho a la ciudad, a vivirla y hacerla, se defiende antes de todo con la implicación en aquellos ámbitos donde se toman las decisiones pertinentes, aunque sean supramunicipales.

Alessandro Scarnato. Image © Roberto Brancolini
Barcelona Supermodelo / Alessandro Scarnato. Image Cortesía de Editorial Comanegra

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Sobre este autor/a
Cita: Nicolás Valencia. "La receta urbana de la Barcelona Supermodelo, según Alessandro Scarnato" 09 ene 2018. ArchDaily en Español. Accedido el . <https://www.archdaily.cl/cl/885349/la-receta-urbana-de-la-barcelona-supermodelo-segun-alessandro-scarnato> ISSN 0719-8914

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