Se busca Bachiller en Arquitectura con dos años de experiencia. Conocimiento de Revit, Vray, Adobe y Microsoft. Conocimiento de RNE y documentación Municipal. Disponibilidad inmediata.
¿Somos los Arquitectos recién egresados personas “empleables” según los requerimientos del mercado peruano actual? ¿Son esos requerimientos los correctos?
Poder llamarse Arquitecto después de cinco años o más de amanecidas, mucho trabajo, tesis, etc. significa un gran logro y satisfacción para quien lo consigue. Después de las celebraciones, la foto familiar y de reponer todo el sueño que no se tuvo durante la carrera, llega el momento de enfrentar la realidad: buscar un empleo. Uno imaginaría que siendo Arquitectura una de las carreras más exigentes y demandantes, también conocida como “arquitortura”, lo que venga después no puede significar tanto sufrimiento. Sin embargo, la realidad golpea. Pronto uno se da cuenta que existe una brecha entre lo que aprendió en la universidad y los requerimientos de la mayoría de estudios de Arquitectura, constructoras, inmobiliarias y otros sectores en los que se puede desempeñar un Arquitecto. Es así que buscar un empleo se convierte en una tarea compleja en la que ya no importa si uno aprobó taller con las mejores notas o si tuvo un excelente resultado en la tesis.
Cinco años no son suficientes para que una persona se zambulla en el mundo de la Arquitectura. Se aprende un poco de todo y nada a la vez: el tiempo no alcanza. Los nuevos estudiantes de Arquitectura llegan a un mundo desconocido, hasta entonces, en el cual deben enfrentarse por primera vez a los conceptos de espacio, escala, entre otros. Luego, ir aprendiendo sobre la historia de la Arquitectura, Urbanismo, métodos constructivos y, sobre todo y principalmente, aprender a diseñar, competencia que recae en el curso de Taller, el que “más importa”, el que “te hace Arquitecto”.
Como estudiante, rara vez uno cuestiona su formación, especialmente en los primeros años. Al no saber tanto de Arquitectura aún, el estudiante no puede tener una noción de qué conocimientos le faltan o en qué conocimientos se debería incidir para egresar como todo un Arquitecto o un Arquitecto empleable, al menos. La etapa de estudios universitarios es, hasta cierto punto, una burbuja en la cual los edificios no se caen sin una estructura pensada, la palabra presupuesto no aparece; las escaleras de emergencia, el aforo, el acceso a discapacitados no importan, sobre todo si “ensucian” el diseño. Durante los estudios el Reglamento Nacional de Edificaciones prácticamente no se asoma.
Existe un grupo de Arquitectos, especialmente los académicos, que postula que este aislamiento de ciertos aspectos de la realidad es importante debido a que la universidad es donde se “aprende a pensar”. Señalan que para desarrollar la creatividad y explorar ideas y conceptos más allá de los convencionales, el estudiante de Arquitectura no debe estar sujeto a ciertas normas y reglamentos, especialmente en los primeros años. Como dicen, hay ciertas cosas que se aprenden recién “en la cancha”. Es por ello que ahora, en la mayoría de facultades de Arquitectura, las prácticas pre profesionales son obligatorias. Las prácticas se presentan como una ventana a la realidad en la que el alumno experimenta el trabajo y ritmo de una oficina, gana experiencia y de paso consigue enriquecer su Curriculum vitae (CV). Sin embargo, el haber realizado prácticas no asegura necesariamente que uno se vaya familiarizando con ciertas actividades como hacer una cabida, llenar un FUE, completar un Cuadro de valores unitarios, etc. Lo que uno pueda aprender al realizar prácticas depende mucho de qué lugar elija, o más bien dicho de qué lugar lo acepte; de cuánto trabajo le confíen como practicante y, por último, del acompañamiento de algún profesional que se tome el tiempo y trabajo de orientarlo y explicarle lo que no sabe. Hay estudiantes que pueden estar seis meses haciendo prácticas en los estudios más reconocidos del Perú y sólo dedicarse a hacer maquetas, doblar planos y desarrollar una que otra parte de un proyecto, siempre y cuando no sea algo muy complejo o importante. Por lo tanto, permitir que sean sólo las prácticas pre profesionales las que se encarguen de dar esa necesaria “dosis de realidad” es algo echado a la suerte.
Revisando el perfil del egresado que presentan las principales facultades de Arquitectura del Perú, encontramos que éstas hablan de formar profesionales altamente creativos, innovadores, con base humanista, emprendedores y con valores éticos y morales. Se debe reconocer que existen algunas facultades que también ofrecen una formación con visión empresarial y de gestión. Sin embargo, los cursos que dan esta formación suelen ser electivos y resultan poco atractivos a personas que han elegido una carrera vinculada a la creatividad. Al final, cualquier curso que no sea Taller no será llevado con el suficiente rigor ni dedicación puesto que “nada importa más que Taller”.
Entonces, nos encontramos con nuevos Arquitectos que salen al mercado laboral con una formación orientada principalmente al diseño y con la ilusión de finalmente proyectar en el mundo real aunque sea un baño. Se prepara el portafolio, se arma un CV incluyendo todas las actividades que se han hecho hasta el momento, inclusive deportes e intereses personales para “llenar espacio” y uno se lanza a probar suerte. Si no es por recomendación o conocidos, uno se aventura a buscar convocatorias y ver si su perfil se adecúa a alguna. Existen convocatorias en las que desde el principio te piden un programa de diseño definido. En otras palabras, si no sabes usar dicho programa no mandes tu CV, pues no pasarás el primer filtro. ¿Qué se está evaluando entonces? ¿Las capacidades de una persona o su conocimiento de software? Imaginemos que el postulante supere el primer filtro y llegue a la entrevista. Después de un cortés primer intercambio de palabras, el aspirante mostrará su portafolio a su posible empleador. La conversación se reducirá a preguntas sobre los programas que se utilizaron para realizar las vistas y diagramas, si las hizo uno solo o con ayuda, cuál fue el flujo de trabajo que se utilizó para lograr el estilo visual, etc. Finalmente, el posible empleador terminará mostrando más interés al resultado final que a la propuesta arquitectónica o a las ideas que inspiraron el proyecto.
Es cierto que los Arquitectos deben conocer sus herramientas de trabajo. Ya nadie trabaja haciendo planos a mano, es inevitable tener que conocer al menos uno de los programas de diseño por computadora. Además, hoy en día la tecnología avanza a pasos agigantados y cada vez existen más opciones de programas para la realización de planos, 3d, renders, postproducción, gráficos, etc., cada vez más especializados y complejos. Es así que pareciera que durante la etapa formativa vale más el tiempo invertido en ver tutoriales en internet para dominar mejor un programa que leer un libro propio de la disciplina. Resulta contradictorio que Arquitectos, que no manejan otro programa además del Autocad, soliciten a sus trabajadores conocer e idealmente dominar una larga lista de software, especialmente de modelado 3d y renderizado. Pareciera entonces que la contratación de personal se hace para suplir su falta de conocimiento de programas sin considerar otras capacidades del trabajador que podrían significar un gran aporte al estudio o empresa.
Por otro lado, las oficinas que buscan a los llamados “Arquitectos junior,” además de querer “monstruos en computación”, paradójicamente buscan personas que tengan más de un año de experiencia laboral aún cuando recién hayan egresado. Además, que conozcan de trámite documentario y que hayan supervisado obra, aspecto muy importante pero que difícilmente uno puede realizar como practicante o recién egresado. Existen Arquitectos que pueden tener hasta tres años de experiencia laboral y nunca haber supervisado una obra de manera sostenida debido a que no consiguen que se les dé la oportunidad de hacerlo por primera vez. Es comprensible que uno quiera confiar tal responsabilidad a personas con experiencia, pero es necesario que haya oficinas y personas que estén dispuestas a guiar al recién egresado encargándole cosas que tal vez no domine pero para las cuales tiene capacidad y que además son necesarias que aprenda para así continuar formándose. Además, hay que tener mucha suerte para ser contratado por una oficina en la que genuinamente cuente la opinión de un Arquitecto inexperto y ésta sea valorada. Mientras en la universidad se fomenta el intercambio de ideas, el trabajo en equipo y la búsqueda conjunta de mejores soluciones para un proyecto, en los primeros años de vida laboral usualmente eso no ocurre. Las sugerencias que se contrapongan a lo establecido por el Arquitecto jefe no suelen ser bienvenidas: “prohibido herir el ego de un Arquitecto”.
La formación de un Arquitecto es una tarea compleja que no concluye durante los años de estudios universitarios. La práctica profesional, la motivación personal y el tiempo, mucho tiempo, son los que seguirán formando a un Arquitecto. Será por los años de experiencia que hay que acumular que los Arquitectos con alrededor de cincuenta años son denominados “Arquitectos jóvenes”. Es cierto que al inicio del ejercicio de la carrera es necesario aprender el oficio y que, inevitablemente, se deberá realizar un trabajo más técnico que creativo. Es por ello que, por un lado, las universidades deberían ser conscientes de estar formando no sólo grandes Arquitectos diseñadores y teóricos para el largo plazo, sino Arquitectos empleables desde el inicio de su vida profesional. Por otro lado, las oficinas deberían buscar la verdadera integración al ejercicio profesional de los nuevos Arquitectos y no confinarlos a ser cadistas o modeladores durante sus primeros años de trabajo, ya que para ello, podrían contratar a personas especializadas que no necesitan la formación integral de un Arquitecto.
Nota: El presente texto obtuvo el segundo lugar en el II Concurso Nacional de Crítica Arquitectónica, realizado en Perú, 2017.
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