Hace dos meses Alberto Campo Baeza afirmaba en un artículo publicado por el diario económico español Expansión que el gimnasio del Colegio Maravillas, obra del fallecido arquitecto Alejandro de la Sota, era uno de los cinco edificios para los que había solicitado la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) a la Comunidad de Madrid.
Esta semana el periódico español El País dio a conocer que la Dirección General del Patrimonio ha decidido conceder este merecido y necesario reconocimiento a este sencillo y humilde gimnasio, ubicado en el corazón de Madrid y que está considerado como una de las obras más paradigmáticos e influyentes de la arquitectura española de segunda mitad del siglo XX.
La noticia es realmente importante, ya que los organismos competentes están tomando las medidas necesarias para proteger y poner en valor el patrimonio arquitectónico moderno nacional y, de esta manera, evitar desastres como el de la reciente demolición de la Casa Guzmán, una de las mejores obras del propio arquitecto pontevedrés que desafortunadamente carecía de protección legal.
La demolición de la Casa Guzmán conmocionó al mundo de la arquitectura y tuvo una amplia repercusión tanto en redes sociales como en los medios tradicionales de comunicación españoles, lo que ha permitido aumentar el grado de conciencia y respeto que se debe tener sobre la arquitectura moderna.
El proyecto del gimnasio del Colegio de Nuestra Señora de las Maravillas fue construido en 1962 y responde a unos condicionantes muy particulares: un solar difícil, un programa amplio y variado, un gran desnivel de 12 metros entre el suelo del colegio y la calle Joaquín Costa, y un presupuesto ajustado. Sin embargo, el resultado es un magnífico ejercicio de inteligencia y atrevimiento a través de una arquitectura sencilla y nada pretenciosa. Las grandes cerchas metálicas utilizadas, revolucionaron al Madrid de la época consiguiendo resolver y dar respuesta a los requisitos del encargo y aprovechar al máximo las posibilidades del solar.
El propio De la Sota afirmaba que el edificio fue un gran acierto desde el punto de vista económico, ya que los diferentes espacios y usos que se consiguieron crear —piscina, gimnasio, aulas y pistas deportivas exteriores—, se pudieron explotar como negocio y así recuperar los 11 millones de pesetas (66.000 euros aproximadamente de la época) que se destinaron a su construcción. Por esta construcción, De la Sota recibió en 1963 el Gran Premio Nacional de las Artes Plásticas, en la sección de Arquitectura.
La calificación como Bien de Interés Cultural (BIC) de esta obra forma parte del proyecto emprendido por la Comunidad de Madrid para proteger y dar a conocer a la sociedad los trabajos de arquitectos contemporáneos. Además, este año se ha iniciado también el procedimiento para proteger el edificio del BBVA en Castellana (1981), del arquitecto Javier Sáenz de Oiza o el Edificio Capitol (1933) de Gran Vía, de los arquitectos Luis Martínez-Feduchi y Vicente Eced y Eced.
Estas series de acciones representan el triunfo de la arquitectura frente a la insensibilidad cultural e histórica, dando respuesta a las cada vez más exigentes demandas de una sociedad que pide respeto por el patrimonio arquitectónico que les rodea y que forman parte de sus vidas.
Vía El País.