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Arquitectos: Ignacio Olite Lumbreras, Javier Larraz Andía; Javier Larraz Andía, Ignacio Olite Lumbreras
- Área: 234 m²
- Año: 2017
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Fotografías:Pedro Pegenaute
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Proveedores: Arteal, Sagaseta, Saltoki - Leicht, Viabizzuno
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Los cristales son bruma
La vivienda reformada se ubica en un edificio de los años 70. Su distribución original, fragmentada y jerarquizada, constituía una compleja acumulación de estancias desproporcionadas dentro de un inmueble cuyo fondo de crujía dejaba grandes espacios en penumbra. El acceso a sus privilegiadas vistas desde el límite oeste del segundo ensanche, sobre la ciudadela de Pamplona, era derecho exclusivo de una habitación.
La realidad de la ciudad, su presencia, inventa la casa. La importancia del paisaje urbano de este lugar sugería la idea de extender el privilegio al resto de la casa, de construir un espacio versátil, tan profundo y luminoso como fuera posible. Para ello se ‘empuja’ el límite de lo privado hasta allí donde elegir la luz del patio de manzana es rendirse a la evidencia. Se trata un límite grueso construido mediante contenedores que se disponen en sentido longitudinal, respetando la continuidad del espacio común y abriendo la vivienda hacia la luz, el paisaje y el cielo de la ciudad.
El resultado es la organización de un nuevo espacio doméstico como una unidad continua de convivencia que refuerza los conceptos de diafanidad, profundidad y transparencia, y que evita la aparición de ‘fondos de saco’.
En este continuo, profundo y luminoso, se desarrollan sin interrupción las actividades de la casa. El vaciado del espacio ayuda a establecer nuevas relaciones entre lugares y objetos, entre espacios y usos, entre tecnología y habitar; e introduce recorridos alternativos que aportan versatilidad sin necesidad de artificios.La decisión de reconocer el potencial del patio interior de parcela como elemento intermedio de iluminación, superando su anterior condición de espacio residual y de servicio, permite a la vivienda incorporar una nueva fachada lateral, y beneficiar de la luz natural también a las estancias más alejadas del exterior.
La terraza se incorpora al interior de la vivienda como extensión de sí la misma y se suma a la continuidad del espacio versátil planteado a través de unos óculos de generosas dimensiones que enmarcan las vistas y que provocan que el paisaje y el cielo enmarcados floten literalmente en el interior de la vivienda .
Una controlada paleta de materiales (suelo continuo de madera de roble en toda la vivienda y color blanco en los elementos verticales) refuerza la unidad espacial del conjunto, definiendo una estrategia de diseño silenciosa y luminosa, desde los elementos principales que conforman el espacio hasta los objetos de pequeña escala diseñados ex profeso. Este lenguaje formal sereno y unitario permite ceder el protagonismo de la vivienda a sus habitantes.