Los arquitectos en España ganamos un 23% menos que los europeos, según el recientemente publicado 'Informe del Estado de la Profesión de Arquitecto en Europa 2016'. El estudio también destaca que el mercado de la arquitectura en España crece un 30% respecto a años anteriores. Y por último, que la diferencia salarial entre hombres y mujeres ha aumentado en los últimos años.
Desde luego, los datos preocupan, y mucho. ¿Cómo es posible que hayamos devaluado tanto la profesión en España? ¿Cómo se permite que aumente la brecha salarial entre hombres y mujeres?
A pesar de la parálisis en cuanto a inversión pública provocada por la situación política española, el mercado de la arquitectura (que comprende rehabilitación, infraestructuras y obra nueva, entre otras disciplinas), aumenta un 30% respecto a años anteriores. Parece que podemos ser optimistas y que por fin vemos la luz al final del túnel, y más cuando, comparativamente, somos el cuarto país en volumen de construcción en Europa. Y sin embargo, las buenas noticias acaban ahí. Aumentan los ingresos para las grandes oficinas y estudios, disminuye la facturación de los pequeños y medianos. La media europea en ingresos anuales se queda en 32.068€, frente a los 24.390€ en España. Pongámoslo en perspectiva y seamos conscientes de lo que implica una media.
Si comparamos las tarifas por hora de trabajo en España no alcanzan el 50% de la media europea. Cuando un Arquitecto en Europa cobra 70€/hora, en España nos tenemos que contentar con 33€/hora de trabajo. La conclusión es clara: ha aumentado el volumen de negocio, pero se ha reducido el precio de ese negocio. Trabajamos más horas para ganar mucho menos que en el resto de Europa, y eso parece que no va a cambiar.
Mención aparte merece la brecha salarial entre hombres y mujeres. En pleno siglo XXI los hombres siguen ganando, por el mismo trabajo, un 48% más que las mujeres, teniendo en cuenta una dedicación a tiempo completo. Esta diferencia, por increíble que parezca, viene aumentando los últimos años de forma preocupante. Además, el porcentaje de mujeres dedicadas a tiempo completo a la arquitectura es del 28%, un 10% menos que la media europea.
Desciende también el número de arquitectos en ejercicio libre de la profesión, aumentando consecuentemente el número de arquitectos que trabajan en empresas y firmas de gran tamaño. A día de hoy tenemos un 50% menos de arquitectos autónomos que en el año 2008, siguiendo la línea marcada en el resto de Europa.
Parece claro que la profesión se ha devaluado considerablemente los últimos años. La profesión no ha sabido adaptarse, nos ha costado recuperarnos. La mayor consecuencia de la crisis parece ser el cambio desde un modelo de ejercicio autónomo con pequeños y medianos estudios, a un trabajo focalizado en grandes empresas, dejándonos por el camino más horas de trabajo a la semana por un salario mucho menor. Las perspectivas de futuro no son optimistas. Por un lado sí parece que tendremos un volumen mucho mayor de obras, lo que significa trabajo garantizado, pero por otro lado vemos que ese trabajo se irá, en gran medida, a estudios grandes y a grandes empresas.
Tendremos que adaptarnos. Los jóvenes nos vemos obligados a emigrar para poder tener salarios dignos por trabajos mínimamente bien valorados. Los que se queden en España y quieran desarrollar su propia arquitectura están abocados a pelear contra grandes empresas que ofrecen precios mucho más bajos con los que los pequeños no pueden competir.
En un sector ya de por sí tremendamente machista las perspectivas para las mujeres no son precisamente buenas. Parece que los logros en el campo de la igualdad no van con la arquitectura. Las mujeres se ven obligadas a aceptar salarios muy inferiores a los de los hombres por el mero hecho de ser mujeres. La profesión liberal para ellas es algo cada vez más complicado, el mercado parece querer expulsarlas. Mejor no pensemos en lo que ocurre con las mujeres que además tienen la "desgracia" de ser jóvenes...
La imagen del arquitecto como creativo y diseñador, como profesional liberal e independiente, será algo del pasado. Los arquitectos del futuro serán, si todo sigue como hasta ahora, máquinas al servicio de grandes empresas. Ya no podremos soñar con ser Siza, o Souto de Moura. Nuestro trabajo pasará a ser anónimo y poco creativo. Tenemos dos opciones: asumir este destino, o reivindicar la importancia de los arquitectos en la construcción de una sociedad. ¿Con qué futuro nos quedamos?