Descripción enviada por el equipo del proyecto. El proyecto trató de sintetizar un exceso de servidumbres, derivadas tanto de la exigente topografía como de una estricta normativa, con una estrategia simple: un cuerpo compacto, limpio y pulcro, se asoma al Atlántico en su cara naciente y al panorama de las montañas de Anaga en su orientación oeste. Un volumen sencillo, de sección escalonada, que trata de posarse con naturalidad en la pendiente abancalada.
Situada en lo alto de una colina, en una urbanización residencial adonde se llega en coche, esta casa comienza por el garaje. Así que partimos valorando el ritual de acceso, la importancia de los recorridos que salvan la diferencia de cotas. Tras un rotundo muro de hormigón texturado, horadado por una expresiva puerta de chapa deployé, entramos a un jardín húmedo, de inspiración tropical, por el que se accede a la vivienda, y desde el que subimos a la planta superior mediante un paseo de bienvenida. Una rampa tendida, la roca basáltica preexistente, el verdor mojado y la luz cenital extendiéndose, son los elementos que nos acogen. Arriba, la arquitectura acompaña con una lectura luminosa: paramentos blancos, carpintería de madera, mármol de Carrara, hormigón.
El agua de lluvia se derrama por la piedra natural, colándose al interior por una rendija en el pavimento del patio; el sol entra matizado por celosías de listones de morera; los bancos‐ barandillas segregan las visuales dejando solo el horizonte azul. Y en la parte alta, al final del camino, el último bancal –al amparo de un volado que ofrece una sombra generosa‐ es una terraza en un jardín de cardones, tabaibas y chumberas, una parte del paisaje del lugar.