En 1871, un incendio que duró tres días terminó por destruir gran parte de Chicago, ocasionando que en los años siguientes fuera necesario desarrollar un plan de reconstrucción.
En éste se incluyeron obras de infraestructura y proyectos urbanos, siendo uno de ellos la línea ferroviaria Bloomingdale, construida en 1873 en el lado noroeste de la ciudad para transportar carga y pasajeros, y a su vez impulsar el desarrollo industrial y social en el sector.
Si bien funcionó continuamente por casi 100 años, en la década del ’80 tuvo menor frecuencia de trenes, dejando de circular por completo en los ’90, cuando otras redes de transporte comenzaron a absorber la demanda.
Tras esto, el espacio utilizado por los rieles se comenzó a llenar de vegetación y con ello fue visto por los habitantes de Logan Square, uno de los barrios con menos áreas verdes per cápita de la ciudad, como un lugar ideal para habilitar un parque,una opción que también fue evaluada en 2003 por el Departamento de Desarrollo y Planificación de la ciudad.
Fue así como la idea empezó a ganar más interés entre los vecinos más cercanos, correspondientes a los barrios de Humboldt Park, Bucktown y Wicker Park, bastante diversos entre sí, quienes se agruparon y conformaron la organización Amigos del Bloomingdale Trail a través de la que trabajaron con The Trust for Public Land (TPL), una organización sin fines de lucro dedicada a proteger las áreas verdes urbanas para garantizar su acceso a las generaciones posteriores, para impulsar la concreción de la iniciativa.
En conjunto, evaluaron las características del espacio y determinaron que el nuevo parque urbano podría ser lineal, aprovechando el trazado existente de la antigua línea de trenes como un corredor destinado a los peatones y ciclistas.
Además, decidieron que el mejor nombre para la iniciativa sería “The 606”, en referencia a los códigos postales de los sectores involucrados y como una manera de destacar el espíritu comunitario del proyecto que abarca 4,8 kilómetros de extensión.
Tal como les contamos hace un tiempo, el parque se comenzó a construir en septiembre de 2013 mediante obras que requirieron la habilitación de los puentes ferroviarios, 37 en total, que fueron construidos a fines del siglo XIX para asegurar los desplazamientos peatonales y evitar atropellos.
Asimismo, fue necesario conectar seis parques existentes y habilitar 12 puntos de acceso, ubicados a 400 metros entre sí, e instalar 17 rampas de ingreso con estándares de accesibilidad universal. También se intervino la superficie para volverla plana e hiciera de los desplazamientos una experiencia más segura para todos los visitantes, y se plantaron 1.400 árboles de 20 especies diferentes que ayudarían a transformar el corredor en un lugar más verde.
Con este equipamiento, el nuevo parque urbano de Chicago, que une las avenidas Ashland y Ridgeway a través de la arteria Bloomingdale, fue inaugurado el 6 de junio de 2015, abriéndole la posibilidad a los habitantes de disfrutar de un nuevo parque urbano y de espacios públicos en donde es posible caminar y andar en bicicleta sin interrupciones ni la preocupación de los vehículos motorizados transitando cerca.
Este nuevo espacio público, impulsado por los mismos ciudadanos, tuvo un costo de US$ 95 millones, de los cuales US$54 millones provenían de fondos públicos, US$ 18 millones de donaciones privadas y el resto reunidos por las organizaciones ciudadanas involucradas a través de campañas en terreno y en sus sitios web.
El nuevo parque también fue habilitado para acoger eventos culturales y para ser escenario de intervenciones urbanas, como la realización de murales de arte urbano en sus puntos de acceso.
Fotografías: The 606 Chicago (disponible en Flickr).
Referencias: The 606, TPL, Bloomingdale Trail y Ciudad de Chicago.