- Área: 1390 m²
- Año: 2011
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Fotografías:Javier Orive
Descripción enviada por el equipo del proyecto. El encargo consistió en la rehabilitación de uno de los cinco pabellones deportivos diseñados por OTAISA1 en 1956, en el campus de la antigua Universidad Laboral de Sevilla, hoy Universidad Pablo de Olavide.
En 2008 el conjunto de edificaciones del campus fue protegido, incluyéndolo en el Catálogo General de Patrimonio Histórico Andaluz como conjunto emblemático de la arquitectura racional moderna del siglo XX. El pabellón objeto del encargo era uno de los edificios protegidos.
Todos los edificios del campus fueron construidos en hormigón armado. Todos ellos fueron excepcionalmente bien ejecutados en lo referente al cálculo y diseño de su estructura y al aprovechamiento de las cualidades plásticas del hormigón. A pesar de algunos errores de puesta en obra (propios de los momentos de carestía de la España de post-guerra), estas edificaciones dan muestra del profundo conocimiento de los arquitectos sobre la naturaleza de este - por aquel entonces -, novedoso material.
El pabellón al que se refiere este proyecto (hoy día denominado pabellón 37) es una estructura desnuda de hormigón armado de ambiciosas dimensiones, dotada de gran belleza plástica y esmero constructivo, experimento propio de aquel momento estimulante en la historia de la arquitectura moderna, en la que el hormigón armado aparecía en toda Europa como un material revolucionario que facilitaba la libertad expresiva del arquitecto.
Los trabajos encargados incluían el examen, la consolidación estructural y rehabilitación del pabellón con el fin de re-utilizarlo para la práctica deportiva no reglamentaria docente y de entrenamiento, así como la resolución de un programa de vestuarios, aseos y almacén ligado al uso del mismo.
Llamar al pabellón 37 “edificio” no resulta del todo preciso. Se trata más bien de un toldo de hormigón, en una región donde la utilización de toldos textiles es tan común.
Dos filas de carga (cada una de ellas formada por cuatro imponentes soportes trapezoidales) salvando una luz de 26 metros soportan el peso de la cubierta-toldo nervada. El espesor de la hoja de hormigón entre nervios es de sólo 11 centímetros. Los nervios adelgazan hacia los voladizos, minimizando su espesor justo en el borde a los 11 centímetros de la hoja, adquiriendo así la cubierta una hermosa cualidad textil y desvelando la extraordinaria destreza y sensibilidad de los arquitectos.
No se encontraron daños estructurales importantes, pero la casi totalidad de las armaduras presentaban avanzado estado de oxidación y corrosión, indicando que un proceso continuado de carbonatación se había extendido en el interior del hormigón, excesivamente poroso (problema éste que se repite en muchos de las estructuras de hormigón realizadas en las décadas 40-50 en España). Se acometieron los trabajos de reparación habituales para este tipo de patologías con el fin de prevenir daños futuros. En todos ellos se tuvo especial cuidado con las fragilizadas superficies del hormigón para, no solo curarlo, si no revelar las cualidades plásticas con que la estructura fue diseñada y construida. Se evitó la desfiguración de la textura original que los encofrados de tabla de madera proporcionaron, respetando su carácter y recobrando espesores, cualidades sensoriales y espíritu.
El nuevo edificio propuesto para alojar vestuarios, almacén y enfermería se proyectó como un cuerpo neutro de una sola altura. A pesar de su sencillez, se cuidó especialmente su posición respecto al pabellón y al bosque de eucaliptos existente así como su volumen y materiales de acabado para que el conjunto se leyera unitariamente.
En su interior se eligieron materiales de baja energía incorporada, lo más cercanos al estado natural posible, sin aristas, sin pulimentos, sin brillo, que resultan pulcros y amables al cuerpo sin ropa de los deportistas. Además, debía resultar limpio, ventilado, higiénico y seguro; tanto en lo relativo a la configuración del espacio (haciéndolo lo menos compartimentado posible), en los materiales empleados (de fácil limpieza y mantenimiento, de eficacia probada en espacios de esta características, como saunas y piscinas) como en los detalles constructivos (nula participación de materiales hidrófilos, como yesos, o que requieran alto nivel de mantenimiento, como pinturas, evacuación rápida del agua, escasez de juntas de distintos materiales, sin anclajes de tabiquería o mobiliario al suelo). Por ejemplo, para acelerar la evacuación del agua y evitar acumulaciones microbianas, el suelo de granito flameado se construyó como si se tratase de un pavimento para exteriores, con canales de recogida perimetrales en dos de los lados, pudiéndose limpiar fácilmente mediante el uso de una manguera de riego. De esta manera el nuevo edificio se comportará con la misma resistencia que una instalación al exterior.
El granito es el material único empleado en la urbanización exterior, que liga el nuevo edificio y el viejo pabellón con su entorno inmediato y con el conjunto del campus universitario, en el que este material se utiliza con profusión: aceras y bordillos, plazas, escalones, caminos, zócalos de edificios, bancos, albardillas. El solado de granito penetra hasta interior del pabellón deportivo y se encuentra con el suelo de caucho sin solución de continuidad, en un gesto típico del Movimiento Moderno muy acorde con el espíritu de un edificio abierto con imprecisos límites entre exterior e interior.
El ajardinamiento fue cuidado especialmente. Se plantó Costilla de Adán (Monstera Deliciosa) en los suelos entre machones y hiedra trepadora (Hedera Helix) en el perímetro del pabellón para que la vegetación se encargara de construir una sutil, amable y fresca frontera.
Lo demás, detalles necesarios: un olmo, una fuente y una bancada de hormigón incorporada a la estructura del edificio en un costado sombreado.