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Arquitectos: German del Sol; German del Sol
- Área: 12000 m²
- Año: 2006
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Fotografías:Michael Turek
Descripción enviada por el equipo del proyecto. El hotel Remota tiene algo de casa,
y algo de plaza, en cuanto acoge
a viajeros de un mundo ancho y diverso,
en un lugar remoto mas allá de su casa.
El hotel es un lugar donde se detiene
el viajero que pasa,
a descansar y a rumiar
las experiencias del viaje,
porque tal vez si no para, y piensa,
no repara en lo que hace.
Quizá lo que no se piensa, no pasa.
El viajero avanza hacia lo extraño,
para encontrar lo propio,
Toma distancia quizá,
para ver su vida en perspectiva,
sin los detalles cotidianos que confunden,
y no dejan ver la totalidad.
Esa totalidad que a veces se trata de resumir
en un propósito, “yo responderé”,
o al final en una lápida, “ Hizo lo que pudo”.
La arquitectura del hotel Remota
busca por eso, igual que una plaza,
abrir un espacio para mostrar
aquello que hay de único e irrepetible,
en la cultura y naturaleza de la Patagonia;
aquello que la curiosidad del viajero espera
para sacarlo de sí mismo, y volverlo un niño
que descubre y juega con lo que pasa afuera.
Abre un espacio como quien abre
un claro para ver el bosque,
y construye así un lugar, separándolo
de la pura extensión geográfica.
La arquitectura transforma
la extensión geográfica de la naturaleza
en un lugar favorable
para que la vida pasajera del viaje
llegue a una cierta plenitud;
que uno se diga,
..”con esto tengo bastante”….
La arquitectura del hotel Remota ofrece
entre potreros y huertos de Puerto Natales,
un lugar favorable para detenerse
en el ir y venir de los viajes,
y contemplar la majestuosa vastedad
presente en la plaza abierta y vacía de cosas,
que no sean sugerencias
que muestren a cada uno, lo que lleva consigo.
Se trata de abrir una plaza en el corazón del hotel,
en busca de la vastedad
a veces monótona de la Patagonia,
que ha prestado su vacío fecundo
a la imaginación de gente de todo el mundo.
No solo a los que viajan, también a los que leen
y sueñan despiertos sin salir de su casa.
La arquitectura del hotel recoge
el vacío magnífico de la Patagonia,
y evita aquellas cosas de la ciudad
que no son indispensables,
para que el viajero pueda disfrutar de lo esencial
como un privilegio.
Dice Jorge Teillier en “Los Dominios Perdidos”:
"Pues lo que importa no es la luz que encendemos
día a día,
sino la que alguna vez apagamos
para guardar la memoria secreta de la luz.
Lo que importa no es la casa de todos los días
Sino aquella oculta en un recodo de los sueños”…
La arquitectura del hotel trata también
de ser un motivo de alegría para el viajero,
que después de andar y andar,
como un ovejero vagando con sus perros,
descubre a lo lejos la luz amarillenta del hotel
a través de los cortes verticales
de las ventanas en los muros,
y la promesa de un tibio interior para descansar.
La alegría de encontrar signos de vida
dispersos en la vastedad casi desierta.
Pequeños signos que animan la imaginación,
tanto o más,
que el exceso de estímulos de la ciudad.
Dice Jorge Teillier:
“Pero no importa que los días felices sean breves….
pues siempre podremos reunir sus recuerdos,
así como el niño castigado en el patio
encuentra guijarros para formar brillantes ejércitos.”
German del Sol, arquitecto.
Marzo de 2006